Sierra Bermeja, 1501 Posteriormente, en 1501, se produce otra rebelión en la Sierra Bermeja (traducción literal, según era llamada por los naturales, de: Gebalhamar o Xebalhamar), llamada así por el color bermejo encendido que tiene su tierra. El bachiller Andrés Bernáldez, en su Historia de los Reyes Católicos, la describe así: "En el mes de Enero de 1501, estando la corte en Granada, alborotáronse los moros de Sierra Bermeja e de las comarcas de Ronda, e alzáronse para se defender o pasarse allende, antes que no ser christianos, e por temor que habian fecho muchos daños e muertes en los christianos, e habian matado entonces a los dos clérigos de Alcalá, Antón de Medellín e Alonso Gascón en Daidin, e los quemaron, despues de los haber muerto atados a sendos árboles e cañaveradas e pedradas, e retrujéronse de las alcarías a los lugares mas fuertes de las tierras bermejas ansí como a Monarda e a otros lugares de por allí. E desque esto se supo de toda esta Andalucía, apellidáronse muchos hombres sin concierto, e sin mando de Rey fueron sobre ellos mas de ochocientos hombres por matarlos e robarlos, e robaron muchos lugares e alcarias, e con esto se alborotaron muchos mas los moros, e se retrujeron los de aquella comarca a Sierra Bermeja, e los de la Sierra Luenga también se alzaron e pusieron en armas e defensa, viendo el daño que los otros recibian de la gente desmandada que habia ido sobre ellos." Como dice El Abad de Rute, en su libro sobre la Casa de Córdova, de las circunstancias en que murió Don Alonso de Aguilar, "hay mucho escrito aunque en el modo no se conforman los que la escriben", pues la manera en que murió, la fecha y el lugar en que sucedió, en las diferentes narraciones, no siempre están acordes. El Rey había mandado, entonces, a los siguientes, para reprimir la rebelión: -a Juan Tellez Girón, conde de Ureña, con su gente de Morón, en segunda línea siguiendo al anterior. -a Juan de Silva, conde de Cifuentes, asistente de Sevilla, con la gente de esta, que quedaba en la retaguardia. -a Don Francisco Ramírez de Madrid, artillero, que había sido secretario del rey. Según dice Gudiel, el conde de Ureña y D Alonso de Aguilar "casi siempre andaban juntos" y "casi siempre habían sido compañeros en la conquista del reyno de Granada". Los Reyes enviaron mandar a Sevilla, el 29 de enero de 1501 para que les sirviesen con dos mil peones y trescientas lanzas jinetas y que saliesen el 15 de febrero. El dia 17 ya estaban juntos el Asistente, el conde de Ureña y D Alonso de Aguilar en Ronda. Todos los moriscos rebelados de la Serranía de Ronda se juntaron en un gran Real, cerca de Monarda que está al pié de la cara norte de la sierra más alta y más fuerte, Sierra Bermeja, que estaba sobre la mar. Una garganta grande de un gran arroyo [el arroyo Almachar] separaba este Real de los cristianos de la parte de los moriscos ("un gran arroyo de un gran gollizo e espesura en medio del Real y de los moros"). Caballeros y peones cristianos iban a los lugares que los moriscos había abandonado y traían lo que habían dejado: trigo, cebada, pasas, semillas, vacas y cabras con lo que se mantenía el Real. Pasados unos días, estando los moriscos en una ladera de la sierra, para defender el paso, incitaban a los cristianos con alaridos y algazaras para atraerlos, por lo que, unos pocos hombres ("aconsejados parece por el diablo") tomaron una bandera y, pasado el arroyo, comenzaron a subir la sierra arriba, seguidos de muchas otras gentes, tras de aquellos, en su persecución, con lo que este Real se desmandó. Los moriscos dominaban las alturas y conocían los pasos, esto fue desarrollado por la tarde, siendo el día corto por ser finales de invierno, ya que previsiblemente se les vendría pronto encima la noche. Esto había sido una añagaza para atraerlos a su terreno (en el cerco a Vélez-Málaga, anteriormente en 1487, el rey había dado la prudente norma de: "que ninguno saliese a escaramuça que los moros moviessen, sin liçençia de su capitán"). Don Alonso de Aguilar, con los suyos, siguió en pos de ellos. En la sierra había, de trecho en trecho, unas llanadas, donde los moriscos peleaban y se defendían, y se iban retirando y mejorando hacía otros llanos, donde previsoramente habían almacenado piedras y armas ("avia por el recuesto de la sierra algunas parte, que estavan aplanadas como plaças y como los Moros se yvan defendiendo en lo llano, siendo apretados por los Christianos") hasta que llegaron a uno grande ("encima de la sierra", "en lo más alto de la sierra" "y assi se fueron retrayendo hasta un espacioso llano, que esta encima de la sierra que se hazia por ciertas partes como un fuerte") que estaba fortificado con peñas y espesura, donde los moriscos tenían el Real, con sus mujeres, muchachos y haciendas. Aquellos comenzaron a huir, cuando los cristianos llegaron, al mando de D Alonso de Aguilar, con su hijo mayor, Pedro Fernández de Córdoba, siguiéndoles más atrasados el Conde de Ureña y su hijo D Pedro Girón. Cuando los cristianos vieron que los moriscos escapaban, empezaron a robar y tomar líos de ropa, ("cada uno cuanto podía"), dando muchos chillidos las moras y los muchachos, y empezando a caer la noche. D Alonso, el Conde de Ureña y otros capitanes les animaban a seguir diciéndoles "Adelante señores, no se robe ni se pare ninguno". Viendo los moriscos que los cristianos habían abandonado su persecución, desprendiéndose de sus armas, porque estaban robando en el Real de ellos ("entretanto la demás gente se puso a robar los despojos sin cuidado de seguir la victoria", "y los Christianos començaron a robar dexando de seguir los Moros"), volvieron súbitamente con gran furia, encontrándolos descuidados ("hallaronlos tan esparzidos, y sin resistencia: porque cada uno atendia sin respeto, a salvarse, que luego les bolvieron las espaldas") por lo que empezaron todos a huir dando las espaldas, salvo D Alonso de Aguilar, su bandera y Eslava, el alcayde y el capitán de Marchena y algunos otros esforzados caballeros que "tuvieron peleando el rostro a los moros". Según refiere el P Mariana, acaudillaba a los moriscos el Feri de Benestepar un moro muy valiente y diestro. Este recogió a los moriscos que iban huyendo y les habló así: "Amigos y soldados ¿dónde vais? ¿dónde dejáis vuestras haciendas, mujeres e hijos? Si no os valen vuestras manos, ¿quién os podrá remediar? ¿dónde iréis que no os alcancen? Locura es poner la esperanza en los piés los que tienen espadas en sus manos. A los valientes todo es fácil; los cobardes de todo se espantan. Mirad el desorden de vuestros contrarios... cerraos pues y herid en los que están derramados y cargados de vuestras haciendas. Yo iré delante de todos y os abriré el camino; si en mí no viéredes obras, nunca más creáis mis palabras". Y, "unos huyendo, otros peleando cerró la noche y oscureció" La "siniestra fortuna" quiso se prendiese un barril de pólvora, entre los cristianos que estaban peleando, el cual dió tales llamaradas que iluminó el lugar ("el compás de la pelea", "dio tales llamaradas que alumbró todo el contorno de aquel lugar, donde estava mas travada la pelea y todo el recuesto de la sierra") y la pendiente, de tal modo que los moriscos veían como iban huyendo los cristianos, ladera abajo, y que solo quedaban muy pocos con D Alonso de Aguilar, a los que les dieron tal cantidad de pedradas y saetadas, que los vencieron y mataron a todos los que quedaron ("les hicieron perder el puesto"). Solo escaparon unos pocos que pudieron huir a pie, despeñándose y rodando porque no conocían los caminos de dicha tierra. Algunos tardaron varios días en llegar al Real, ya que, al no conocer las veredas de la sierra, salieron por otra parte de ella. Quedaron allí muertos D Alonso de Aguilar, su capitán de Morón, Fernán Gutiérrez Villalón y Francisco Ramírez de Madrid, mandado por el rey, y más de ochenta hombres (el P. Mariana y Bleda indican doscientos). No habiéndoles podido auxiliar sus otros compañeros, por estar separados y por haber caído la noche. El conde de Ureña, según relata Martín de Viciana, marchaba a dos tiros de arcabuz, tras D Alonso, por lo que haciéndose de noche oscura no pudo auxiliarle "Porque yo he visto el lugar donde acontesció, que el conde havia de baxar en un barranco y despues sobir otro tanto, lo que siendo noche oscura no se pudo hazer". Y Garibay, "passó adelante distancia de dos tiros de arcabuz, dexando un grande barranco entre las gentes del conde y las suyas"... "por el barranco, que entre ellos y las gentes del conde de Ureña avia, no pudo el conde socorrer a Don Alonso y a sus gentes". También Ivan Ochoa de la Salde dice " Don Alonso de Aguilar passó adelante como dos o tres tiros de arcabuz, quedando entre ellos un gran barranco". Y asimismo Pérez de Mesa "y don Alonso de Aguilar passo algun trecho adelante, quedando entre las unas y las otras estancias un grande barranco"... "sin poder ser socorridos del Conde por ser peligrosissimo, y de cierta perdida a causa de la tenebrosidad de la noche, y del barranco intermedio" El propio Ferí acometió a Don Alonso que tenía las corazas desenlazadas y le hirió por los pechos.
Pudieron escaparse el Conde de Ureña y su hijo D Pedro Girón y D Pedro Fernández de Córdoba, el hijo de D Alonso, que fue herido por una jara en un muslo y por una pedrada que le había arrancado unos dientes. D Alonso le había mandado que abandonase el lugar, (fue ayudado por Francisco Alvarez de Córdoba), uniéndose al real del conde de Ureña y de su hijo: "Salte, hijo de la pelea, i vete, no se ponga toda la carne en un Asador. Haz como buen Christiano i onra mucho a tu madre". Por aquellas laderas quedaron muchos caballos despeñados y muertos igual que quedaban hombres ("Avia por diversas partes grandes despeñaderos, y perdieronse muchos, que no sabian los passos: y era cosa de estraña lastima, y dolor, ver que por todo cabo tenian presente la muerte ") . El conde Ureña mandó encender fuegos para orientar a los que escapaban, hacia su Real, donde pudo ir recogiendo a todos los que habían subido con D Alonso y volvían escapando del desastre, salvándose gracias a su prudencia, según Gudiel expresa y justifica, sobre los cantares que nacieron por haber quedado abandonado D Alonso a su suerte. Dezid conde de Ureña ("Pero el Rey Catholico no hallo ocasion, para cargarle la culpa de omision, y assi le dexó en el mismo cargo, y se fio del, y le respetó como antes: porque ni el ni su gente pudieron socorrer a don Alonso por la escuridad de la noche") El Real del conde de Cifuentes Cuando los moriscos se vieron vencedores iban pendiente abajo, hasta donde estaba el pendón de Sevilla y el Conde de Cifuentes, con su gente, en una llanura pasado el arroyo, en la margen contraria de Monarda. El Conde fue recogiendo a todos los cristianos que venían desbaratados y gracias a su esfuerzo y, al de algunos de sus capitanes, pudieron hacer frente a los moriscos que les apedreaban y asaetaban, ante esto los soldados querían pasar a la otra parte del arroyo y dirigirse al Real de Monarda (margen derecha del rio Almarchal), si esto se hubiera realizado habría sido un desastre tan grande como el sucedido en Las Lomas y en la Axarquía. En cuya derrota había estado este conde y donde fue tomado prisionero, de donde aprendería bien la lección de como combatir con prudencia y disciplina a los mudéjares. La contención realizada por el Conde de Cifuentes, lo evitó. De esta forma, este real (margen izquierda del rio Almarchal) se mantuvo así hasta que los moriscos se marcharon, cuando fue amaneciendo, hacia su fuerte, o real, llamado de Alcalaluz (Calaluz, Calalui), después los cristianos pasaron el arroyo y llegaron al real cristiano, llamado del asiento (margen derecha del rio Almarchal), de Monarda, de donde habían partido. El acierto del conde, en esta acción, fue extraordinario, pues salvó de una muerte cierta a gran parte de los que iban huyendo. Gonzalo Fernández de Oviedo, en sus Batallas y Quincuagenas, tiene palabras muy elogiosas sobre esta acción del conde, "Muy notorio fue eso, y paso de tanto valor, que si el conde no hallara allí, iba la cosa en gran detrimento y fatiga de los nuestros, y él les puso a los enemigos de la fe, el frenó y les ocupó y estorbó una mala jornada."
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