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JUAN NUÑEZ FERNANDEZ
(Estepona, 1877 - Barcelona, 1963)
F. J. Albertos, 2014
Juan Núñez Fernández (Estepona, 1877-Barcelona, 1963).
Nació en Estepona (Málaga) a las ocho de la mañana del día 13 Marzo de 1877, en el domicilio de sus padres, en la calle Sevilla, 39.
Su padre, Don Ramón Núñez y Matheu, natural de Cádiz (31.08.1832), tenía el empleo de capitán de carabineros. El registro del nacimiento de su hijo Juan se hizo el 16.03.1877, en Estepona, ante Don Francisco Sánchez Ortiz, suplente del Juez Municipal, actuando de secretario Don Miguel Figueroa Rodríguez. Estuvo destinado en Cuba, pasando a la Península en 1860, continuando sucesivamente sus destinos en Tarragona, Huelva, Monforte, Burgos, Huelva, Cádiz, Lugo, Orense, Málaga, Mallorca, Huesca, Guipúzcoa, Zamora, Salamanca, Valencia, Murcia ...
El Cuerpo de Carabineros dependía del Ministerio de Hacienda, y estaba destinado específicamente para la represión del fraude y del contrabando, aunque se regía por el reglamento militar en su funcionamiento interno, estando desplegados a lo largo de todas las costas y de las fronteras españolas. Este Instituto fue creado en 1829, bajo Fernando VII, y en Estepona ya lo vemos citados en las Actas Capitulares de 14.08.1830, 25.02.1832, 04.05.1833, 09.06.1835, por las que podemos saber que ya estaban desplegados en Guadiaro, La Chullera, Sabinilla, Torre Vaquero, La Rada, El Padrón, Guadalmansa y El Saladillo … y todos ellos fueron movilizados en 29.09.1836 para hacer frente a la famosa expedición del general carlista y andaluz Miguel Gómez Damas que se acercaba, sin contención posible, a la zona de Ronda y Campo de Gibraltar (16-23.11.1836), en tiempos de Isabel II niña.
Este Cuerpo de Carabineros, en su gran medida, permaneció fiel a la República durante la Guerra Civil Española, 1936-1939, mereciendo ser definido en escritos como “Cuerpo leal y republicano por excelencia…”. Fue disuelto mediante ley de 15 de marzo de 1940, debido a su actuación durante la contienda, en que su oficialidad actuó como una élite dentro del ejército.
Su hermano, Ramón Núñez Fernández, nació en 1868, en San Fernando (Cádiz), destacando como escultor. Estudió dibujo en el Instituto de Zamora, y en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid. Obtuvo mención honorífica en la Exposición de Bellas Artes de 1893, también obtuvo medalla de plata en la Exposición Hispanofrancesa de 1906, y mención honorífica en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1910. Fue académico de la R. A. de Bellas Artes de San Fernando. Aparece citado en la Enciclopedia Espasa-Calpe como escultor.
Juan Núñez Fernández
Juan Núñez Fernández estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, siendo alumno del profesor José María Galván y Candela (Madrid, 1837-1899), pintor y grabador.
Obtuvo premio ordinario de la Escuela Central de Artes y Oficios, de Madrid en 1892, por un dibujo. Y el 1 de Junio de 1898, se hizo merecedor de un diploma por un dibujo y un grabado, de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, de Madrid. Ganó un premio de 250 pts en la Escuela de Pintura de Madrid en 1899.
Estuvo como artista pensionado, con 3.000 liras, para ampliar conocimientos, en la especialidad de grabado en la Academia Española de Bellas Artes en Roma, entre 1899 y 1903, obteniendo calificación honoraria, y en donde realizó su Cena de Emaús, de Rembrandt.
Obtuvo una mención honorífica, en la sección de grabado, de la Exposición General de Bellas Artes, Madrid, 1904
Mediante una concesión especial pudo trasladarse a París, para ampliar sus estudios artísticos.
Condiscípulos suyos fueron: Fernando Alvarez de Sotomayor (El Ferrol, 1875 - Madrid, 1960), pintor, director del Museo del Prado en dos ocasiones y miembro de la R. A. de Bellas Artes de San Fernando. Y Manuel Benedito y Vives (Valencia, 1875 - Madrid, 1963), pintor, académico de la R. A. de Bellas Artes de San Fernando y de la de San Carlos de Valencia, y correspondiente de la Hispanic Society of America, de Nueva York.
En la Gaceta de Madrid de 18 de enero de 1905, aparece su nombramiento como profesor numerario de Dibujo del Instituto de Figueras, con un sueldo anual de 1.500 pesetas, suscrito por el ministro Juan de la Cierva y Peñafiel (1864-1938) en Madrid, 13 de enero de 1905. En él se relacionan sus méritos en la Academia Española de Bellas Artes de Roma.
Llegando a la población acompañado de su esposa italiana, que era una bella modelo, de quien se separó más adelante. De este matrimonio nacieron un hijo y una hija, que murió tísica en su adolescencia. Señala Santos Torroella el impacto que esto le afectó: “A partir de la muerte de su hija -me dice Ana María Dalí- el señor Núñez ya no me parecía el mismo: era como su sombra”.
Presentó instancia para optar en 1909 a una plaza en la Escuela Superior de Arte de Sevilla.
Obtuvo mención honorífica, en la Sociedad de Artistas Franceses, Salón de París de 1913.
En la Exposición Nacional de Bellas Artes, Madrid 1915, para la sección de grabado en lámina, obtuvo la segunda medalla de honor, por su El Beso de Judas, de van Dyck. El Estado adquirió este grabado por 4.000 pesetas, con destino al Museo de Arte Moderno, actualmente esta obra está depositada en la Calcografía Nacional, R 5781 (R.A. de Bellas Artes de San Fernando, Madrid). También se conserva en la Calcografía Nacional, R 5782 un grabado del joven rey Alfonso XIII, realizado en Roma.
En 18 de Noviembre de 1919, fue nombrado Secretario del Instituto de Figueras y por R.O. de 25 de Noviembre de 1925, fue nombrado su Vice-Director. Aparece citado como Catedrático de Dibujo a partir del 14 de marzo de 1931. Cesó en este Instituto el 30 de noviembre de 1932.
Fue nombrado, por concurso de traslado, Catedrático de Dibujo del Instituto de 2ª Enseñanza Peñaflorida, de San Sebastián, por Orden Ministerial de 29 de Octubre de 1932, en donde se incorporó el 31 de Diciembre de 1932. En este Instituto se conserva un grabado de El Beso de Judas. Fue nombrado vice-director de este Instituto en 29 de abril de 1943. Jubilándose el 13 de marzo de 1947, tras lo cual pasó a vivir a Barcelona, en donde murió el 18 de febrero de 1963, a los 86 años, siendo sus restos trasladados a Figueras.
La biografía general dada por Montserrat Vayreda es muy completa y una de las más minuciosas descripciones, sobre el profesor Juan Núñez, corresponde a Josep Pla (Destino, 29.05.1943):
“Me dicen que don Juan Núñez Fernández, actualmente profesor en San Sebastián, tiene un dominio del dibujo verdaderamente prodigioso. Grabador excelente, primera medalla de Grabado, ex-pensionado en Roma, el señor Núñez Fernández es algo así como un bohemio. Cuando vivía en Figueras se pasaba el día en el café. Salía a veces a dar una vuelta. Parecía un ser desligado de las cosas del Mundo. Se animaba sólo en las horas en que daba las clases. Hombre sombrío y rígido, era un maestro sin debilidades ni componendas. Obligaba a los muchachos a trabajar de una manera justa y concreta y los "apretaba" todo lo que podía. Los frutos de esta manera de entender la Pedagogía -la única Pedagogía, a mi entender, posible- están a la vista.”
Resaltando que Juan Núñez “adoraba” al pintor Joaquín Mir (Barcelona, 1873-1940), y que era su ídolo, constituyendo sus telas un verdadero prodigio.
La Escuela Ampurdanesa de Pintura – Escuela de Figueras
Entre sus discípulos más notables se contaron Ramón Reig i Corominas (Manila, 1903-Figueras, 1963), Marià Baig i Minobis (Figueras, 1906-1991) y el genio Salvador Dalí i Domenech (Figueras, 1904-1989).
Juan Teixidor (Destino, 1943), describiendo su influencia sobre Baig Minobis, resalta “la presencia suave, humanamente amortiguadora, de los dibujos y grabados de don Juan Núñez, el excelente profesor del Instituto de Figueras.”
Más adelante, el mismo Josep Pla, (Grandes tipos, Barcelona, 1959), escribiendo sobre Dalí, se extiende ampliamente otra vez sobre Juan Núñez, en su influencia sobre la formación artística de Salvador, diciendo que “parecía un hombre absorto… animábase solamente a las horas de clase”:
“[Salvador Dalí] Estudió el bachillerato en el Instituto general y técnico de Figueras y según el plan del conde de Romanones, de 1903. Estudió de mala gana casi todas las asignaturas, y ante ellas llegó a una indiferencia y distracción insondables. Sólo le apasionó el dibujo. Por esta disciplina sintió desde pequeño una fascinación casi morbosa, y la Providencia, que a veces no suele ser tan benigna, le proporcionó un profesor a su altura: el señor Núñez Fernández. Se hace difícil saber por qué azar el señor Juan Núñez Fernández, hombre de valor, fue nombrado profesor de un establecimiento de poca vistosidad, como era entonces el Instituto de Figueras. Probablemente fue un hombre de tendencia errabunda, desinteresado por la estrategia del escalafón. Este señor fue, sin embargo el maestro de la pasión de Salvador Dalí. El señor Núñez, que después de Figueras fue nombrado profesor en San Sebastián, tuvo un dominio del dibujo verdaderamente notable. Ex pensionado en Roma, grabador muy experto, primera medalla de grabado, el profesor, a pesar de estos precedentes académicos, hizo poca carrera. Cuando vivió en Figueras dio la impresión de un hombre gris y apagado. Paseábase por los alrededores de la población y a veces entraba en el cementerio; también era posible encontrarlo sentado a alguna mesa de un café solitario. Parecía un hombre absorto, desinteresado de las cosas de este mundo. Animábase solamente a las horas de clase. Sombrío y rígido, era un maestro sin debilidades ni complacencias. Obligaba a los estudiantes a trabajar, los apretaba, por decirlo en el lenguaje de los estudiantes. Los frutos de esta manera de entender la pedagogía -de la pedagogía probablemente eficaz- son visibles en el caso de Salvador Dalí. Se podrán discutir muchos aspectos de su obra, exaltar o rechazar otros, determinar fijar cuál es el más caduco o cuál el más vivo. Pero que Dalí sabe dibujar es cosa que todavía no ha discutido nadie, con todo y que la cantidad de cosas que se han escrito sobre él (cosas generalmente agridulces) en todo el mundo en una persona de este país.”
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“Don Juan Núñez dio lecciones a Dalí en el Instituto, en la Escuela Municipal de Arte de Figueras, que es una escuela para albañiles, carpinteros y cerrajeros, y además le dio clases particulares a domicilio. Le enseñó el arte del grabado, y el discípulo llegó a ser un buen grabador". Lo inició sobre todo en el cultivo del grabado, le mostró las prodigiosas obras de arte del grabado, que tan pocos artistas de hoy conocen. Dilató la curiosidad y conocimientos de su alumno, de una manera muy apreciable. Muy pronto ninguna de todas estas cosas tuvo para Dalí misterio alguno. Las convirtió en el hábito de su vida. Se documentó ampliamente.”
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“Conceptúo que la presencia de un maestro de dibujo como don Juan Núñez en la formación de Salvador Dalí fue un hecho decisivo, muy importante. Si la característica del arte de nuestros días es una creciente falta de medios de expresión ocasionada por la pura y simple ignorancia y a veces por una cínica explotación de la tendencia al mínimo esfuerzo, el hecho de que Dalí supiera explícitamente dibujar había de convertirlo en un artista distinto de los demás.”
Juan Teixidor señala que, Manuel Brunet, en los párrafos iniciales del catálogo de la exposición de M. Baig Minobis, Veinte bodegones, celebrada en el Salón de Arte Rovira, Rambla de Cataluña, 62 de Barcelona, del 13 al 26 de Marzo de 1943, “alude a una indudable escuela ampurdanesa de Pintura cuyos orígenes se hallarían en la obra del profesor de dibujo del Instituto de Figueras, Juan Núñez”, apuntando los nombres de sus discípulos Salvador Dalí, Ramón Reig y Baig Minobis. Abundando en ello, el propio Juan Teixidor, señala la coincidencia de unos factores propios (Destino, 27.03.1943).
Antoni Pitxot (Figueres, 1934)
Director del Museo Dalí de Figueras y Vicepresidente de la Fundación Gala - Salvador Dalí. Procede de una familia artista amiga de Salvador Dalí Cusí, padre del pintor.
Vivió en San Sebastián desde los años de la guerra civil hasta 1964, en donde fue alumno de Juan Núñez. Refiere que aquel maestro siempre comentaba que, la pintura más importante del Louvre, era El buey desollado de Rembrandt, lo cual también le fue comentado por el propio Dalí. También le alentó en su vocación de pintura. Viendo un dibujo suyo de Séneca, comentó refiriéndose a Pitxot: “Parece que tenemos un artista”.
Javier Usabiaga (San Sebastián, 1935)
“Recuerda a un profesor con bigote, grande, de buena presencia, vigoroso, dotado de una buena voz y entregado al dibujo y al arte. Recuerda las correcciones que le hacía en el dibujo sobre la actitud del animal, para que éste pareciera natural. Impartía dibujo artístico a grupos de unos 60 alumnos y alumnas en un aula amplia y luminosa en donde había figuras como vasos, jarrones o animales disecados que no siempre estaban completos. Sentaba a los alumnos agrupados según sus capacidades o interés. Javier era de los adelantados y también lo era su amigo Antonio Pichot quien, aun estando en los dos primeros años de bachiller, llegó a dibujar las figuras de escayola reservadas al alumnado de los últimos cursos y a quien, el profesor, tenía en gran estima por su valía. En un apéndice del aula, al que los alumnos no tenían en principio acceso, había dos esqueletos (uno de ellos llamado piedra) que se siguen conservando en el instituto (así como los animales disecados) y figuras de escayola. No recuerda que además de las clases en el instituto diera clases particulares ni le ha reconocido en ninguna de las fotos que se le ha mostrado.”
(Comunicación particular de Javier Usabiaga a Christian Echeverría).
Opinión de los Dalí sobre el profesor Juan Núñez
Salvador Dalí (Figueras, 1904-1989)
En su libro La vida secreta de Salvador Dalí (su primera edición fue realizada en Nueva York, en 1942, en inglés: The secret Life of Salvador Dalí), tiene unos comentarios muy cariñosos sobre su profesor Juan Núñez, diciendo de él que era “un buen dibujante y un buen grabador”, citando que había recibido un premio en Roma para grabado y que “verdaderamente estaba devorado por una auténtica pasión por las Bellas Artes”. Y que “desde los comienzos me distinguió entre el centenar de estudiantes de la clase”.
Llegando el profesor a invitarle a su propia casa donde le explicaba los detalles del claroscuro “y de los trazos salvajes (esta era su expresión) de un grabado original de Rembrandt que poseía; tenía una manera muy especial de sujetar este grabado, casi sin tocarlo lo cual mostraba la profunda veneración que le inspiraba”. Probablemente, se trataba del grabado realizado durante su estancia en Roma: Cena de Emaús, de Rembrandt.
Con las siguientes frases puede confirmarse el influjo que Juan Núñez tuvo sobre Salvador Dalí: “Siempre salía de la casa del Sr Núñez estimulado en alto grado, mis mejillas encendidas por las mayores ambiciones artísticas. Imbuido con un creciente y casi respeto religioso por el Arte, llegaba a casa con mi cabeza llena de Rembrandt”.
Y que su profesor de dibujo era “quien tenía una completa fe en mi talento artístico”. Desde luego, no puede negarse la capacidad de visión futura y de confianza, que tuvo el profesor sobre su alumno. Sin duda influyó notable y artísticamente sobre este, en buena medida y en su posterior encauzamiento profesional. La potencia del profesor pudo desarrollar el genio latente del alumno, en la relación artística entre ambos, sin duda.
Salvador Dalí, decía de él, en una entrevista de época bastante posterior, de Elvira Daudet (Dalí mágico, ABC, 08.03.1970): “El señor Núñez era un gran profesor. Con él aprendí los secretos del claroscuro. Es el hombre que más he respetado y del que más he aprendido”.
Y Luís Permanyer, comienza su artículo (Cuando Dalí no era divino ni arcangélico, La Vanguardia, 07.04.1972), diciendo: “Juan Núñez, mi profesor de dibujo, influyó muy notablemente en mí.” Y más adelante:
“Juan Núñez cogía el lápiz entre sus regordetes dedos y revisaba nuestros ejercicios con infinita paciencia; sería interesante ver ahora aquellos dibujos nuestros, llenos de errores, con las correcciones que él realizó.
Recuerdo muy bien que un día nos mandó copiar un cuadro en el que aparecía una mujer con un delantal. Núñez quedó impresionado cuando le presenté el trabajo.
-¡Fíjate! -Le dijo a uno de mis compañeros-. Dalí ha necesitado treinta pinceladas para el delantal. Tú en cambio, te has limitado a pintarlo de blanco”.
Y a la periodista Nuria Múnarriz le decía que deseaba homenajear a su maestro, cosa que no pasó de las palabras, (Dalí, el voluntario escondido de Púbol, La Vanguardia, 23.05.1984): “Ahora quiere organizar un homenaje en memoria de su profesor de dibujo en el viejo Instituto de Figueres. Se llamaba Juan Núñez Fernández, un vallisoletano [este texto confunde la residencia de su hermano Ramón Núñez con su verdadero lugar de origen, Estepona] que cayó por Figueres. Gran grabador, había sido becado por el Gobierno español en Roma y años más tarde, casualidad, fue profesor del propio Pitxot en el Instituto Peñaflorida de San Sebastián, en los años de la Guerra Civil. Le gustaba, entonces recordar a Dalí, que ya empezaba a ser conocido y famoso.”
Anna María Dalí (Figueras, 1908-1989).
En su libro Salvador Dalí visto por su hermana, editado por primera vez en 1949, en Barcelona puede observarse que Anna María estuvo muy unida a su hermano en la infancia y adolescencia y conoció a los amigos que les visitaron en su casa, que luego fueron personajes. Mantuvo una correspondencia intimista con Federico García Lorca, tras la estancia de este en Cadaqués, en 1925, invitado por la familia, cuando Anna María solo tenía 17 años.
Con ocasión de la entrega de un diploma de honor, a Salvador Dalí Domenech, (que solo contaba 13 años) el 1º de Junio de 1917, correspondiente al comportamiento durante el curso 1916-1917, firmado por su profesor Juan Núñez y por el alcalde de Figueras de entonces, M. Pujolar, Anna María reproduce las palabras solemnes de este último, en su entrega:
“Tengo la gran satisfacción de ofrecerle el premio. En primer lugar honra a la familia Dalí y en segundo lugar a la Academia de la que se podrá decir que ha salido un artista de fama.”
Su padre, orgulloso, organizó una exposición, en una salita de la casa, con los dibujos del curso “que tantos elogios habían merecido de don Juan Núñez”. Ofreciendo a sus amistades una garotada (garotes, erizos de mar) para celebrarlo.
Figueres, 1 de Junio de 1917
Diploma a favor de Salvador Dalí,
firmado por Juan Núñez y el alcalde
Sobre, Salvador, como alumno del Sr Juan Núñez, dice textualmente, en tono familiar y observándose un gran cariño entre ambos:
“Este buen amigo fue para Salvador un profesor inteligente, que supo comprender sus dotes extraordinarias y le orientó acertadamente, sin dudar nunca que llegaría a ser un gran pintor y un gran dibujante.”
“No tardó mi hermano en ser el primero de la clase en la Escuela Municipal de Dibujo de Figueres, así como el discípulo predilecto del profesor Juan Núñez.
.....
Su afición a las clases del Señor Núñez era tan viva que una tarde en que llovía a cántaros quiso ir igualmente. Fue el único discípulo que no dejó la clase, y el Señor Núñez, comentándolo decía:
-Creo que, aunque cayeran garbanzos, vendría igualmente.”
Y tras la expulsión de Salvador Dalí, de la R. A. de Bellas Artes de San Fernando, en octubre de 1923: “El señor Núñez, su antiguo profesor de dibujo, a quien mi hermano consideraba como un maestro académico, tal como él estimaba que debía ser, venía por las tardes a darle clase de grabado, pues era un grabador admirable.”
F. J. Albertos, 2014
FUENTES DOCUMENTALES SELECCIONADAS
LA EPOCA
Madrid, jueves 20 de agosto de 1903
p. 3
Los Pensionados de Roma
En el Ministerio de Estado hállanse expuestas en estos días las obras de pintura, escultura y grabado enviadas por los alumnos pensionados en la Academia de Bellas Artes de Roma, en cumplimiento del precepto reglamentario.
….
De Grabado se presenta Juan Núñez, con un aguafuerte, copia del cuadro de Rembrandt, La Cena de Emaús.
Tal es, en sucinto resumen, la exposición de los pensionados, sin hacer juicio de obras ni autores, ni del aprovechamiento que estos obtuvieron en sus estudios.
Todos los pensionados han obtenido calificación honorífica.
La Correspondencia de España
Madrid, 17 de Julio de 1915
p. 6
Arte y Artistas. Adquisición de obras
La Gaceta publicó ayer la Real orden que sigue:
“Ilmo. Sr: Aprobada con fecha 13 de los corrientes la propuesta que en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 61 del reglamento vigente para las Exposiciones Internacionales de Bellas Artes fue elevada a la superioridad para la adquisición por el Estado de las obras premiadas en la de carácter nacional recientemente clausurada, y que por su mérito deben figurar en nuestros Museos, así como la recomendación que en la misma se hace para la concesión de bolsas de viajes a favor de artistas medallados en dicha Exposición, ya que esta forma de recompensa no puede ser comprendida en la referida propuesta.
Su Majestad el Rey (q.D.g.) ha tenido a bien resolver:
1º Que se adquieran con destino al Museo de Arte Moderno, y por las cantidades que se fijan, las obras que a tal objeto figuran en la mencionada propuesta, y que son las siguientes:
……
Sección de grabado en laminas.
Segundas medallas.
Reproducción del cuadro de Van-Dyck, El beso de Judas, de Don Juan Núñez Fernández, en 4.000 pesetas.
The Secret Life (La Vida secreta de Salvador Dalí)
Salvador Dalí
New York, 1942
p.139-140
"It" was not everything... I was learning to draw, and I put into this other activity the maximum of my effort, of my attention and of my fervor. Guilt at having done "it" augmented the unflagging rigor of my work on my drawings. Every evening I went to the official drawing school. Señor Nuñez was a very good draftsman and a particularly good engraver. He had received the Prix de Rome for engraving; he was truly devoured by an authentic passion for the Fine Arts. From the beginning he singled me out among the hundred students in the class, and invited me to this house, where he would explain to me the mysteries of chiaroscuro and of the "savage strokes" (this was his expression) of an original engraving by Rembrandt which he owned; he had a very special manner of holding this engraving, almost without touching it, which showed the profound veneration with which it inspired him. I would always come away from Señor Nuñez' home stimulated to the highest degree, my cheeks flushed with the greatest artistic ambitions. Imbued with a growing and almost religious respect for Art, I would come home with my head full of Rembrandt, go and shut myself up in the toilet and do "it". "It" became better and better, and I was beginning to find a psychic technique of retardation which enabled me to do "it" at less frequent intervals. For now I no longer said, "This is the last time". I knew by experience that it was no longer possible for me to stop. What I would do was to promise myself to do "it" on Sunday, and then "occasionally on Sunday". The idea that this pleasure was in store for me calmed my erotic yearnings and anxieties, and I reached the point of finding a real voluptuous pleasure in the fact of waiting before doing it. Now that I no longer denied it to myself in the same categorical way, and knew that the longer I waited the better "it" would be when it came, I could look forward to this moment with more and more agreeable and welcome vertigoes and agonies.
My studies at the institute continued to progress in a mediocre way, and everyone advised my father to let me become a painter, especially Señor Nuñez, who had complete faith in my artistic talent; my father refused to make a decision -my artistic future frightened him, and he would have preferred anything to that. Nevertheless he did everything to complete my artistic education, buying me books, all kinds of reviews, all the documents, all the tools I needed, and even things that constituted only a pure and fugitive caprice: My father kept repeating, "When he has passed his baccalaureate we shall see!".
"Aquello" no era todo... Estaba aprendiendo a dibujar, y ponía en esta otra actividad lo máximo de mi esfuerzo, de mi atención y de mi fervor. La culpa por haber hecho "aquello" aumentaba el rigor inquebrantable de mi trabajo sobre mis dibujos. Cada tarde iba a la escuela oficial de dibujo. El Señor Núñez era un buen dibujante y, en particular, un buen grabador. Había recibido el Premio de Roma para grabado; verdaderamente estaba devorado por una auténtica pasión por las Bellas Artes. Desde los comienzos me distinguió entre el centenar de estudiantes de la clase, e invitado a su casa, donde me explicaba los misterios del claroscuro y de los "trazos salvajes" (esta era su expresión) de un grabado original de Rembrandt que poseía; tenía una manera muy especial de sujetar este grabado, casi sin tocarlo lo cual mostraba la profunda veneración que le inspiraba. Siempre salía de la casa del Sr Núñez estimulado en alto grado, mis mejillas encendidas por las mayores ambiciones artísticas. Imbuido con un creciente y casi respeto religioso por el Arte, llegaba a casa con mi cabeza llena de Rembrandt, iba y me encerraba en el baño para hacer "aquello". "Aquello" cada vez era mejor, y empecé a encontrar una técnica psicológica para retardarlo que me permitía hacer "aquello" con intervalos menos frecuentes. Por entonces ya no volvía a decir más: "Esta es la última vez". Supe por experiencia que esto ya no me era posible el pararlo. Lo que podía hacer era prometerme a mí mismo hacerlo "aquello" en domingo, y "ocasionalmente en domingo". La idea de que este placer se guardase calmó mis anhelos eróticos y ansiedades, y alcancé un punto para encontrar un voluptuoso y real placer en la espera, antes de hacerlo. Ahora que ya no me negaba a mí mismo, de forma tan categórica, supe que cuanto más lo espaciaba, mejor era "aquello" cuando lo hiciese, podía esperar este momento con más y más agradables y bienvenidos vértigos y agonías.
Mis estudios en el instituto continuaba progresando de una forma mediocre, y la gente aconsejaba a mi padre que fuese pintor, especialmente el Sr Núñez, quien tenía una completa fe en mi talento artístico; mi padre rehusó tomar una decisión – mi futuro artístico le asustaba y él hubiese preferido otra cosa. Sin embargo hizo todo lo posible para completar mi educación artística comprándome libros, toda clase de revistas, todos los documentos, todo los útiles que necesitase e incluso cosas que constituían solo un puro y fugitivo capricho. Mi padre repetía: "Cuando acabe el bachillerato ya lo veremos".
(traducción F. J. Albertos)
p. 148-149
…..Besides the sole present witness of my artistic inventions, Señor Nuñez, no longer had any peace with me. Each day I flabbergasted him, and each day he had to acknowledge that I was right.
I was making my first technical discoveries, and they all had the same origin: I would start out by doing exactly the contrary of what my professor told me. Once we were drawing an old man, a beggar, who had a beard of very curly, fine hair -almost like down, and absolutely white. After looking at my drawing Señor Nuñez told me that it was too much worked over with pencil strokes to make it possible to get the effect of that very delicate white down; I must do two things- begin again with an absolutely clean sheet of paper, and respect its "whiteness," which I could then utilize; and also, in order to get the effect of the extremely fine down of his hair I would have to use a very soft pencil, and make strokes that would barely brush the paper. When my professor had left, I naturally began to do the opposite of what he had just advised, and continued to work away with my pencil with extreme violence, using the blackest and heaviest pencils. I put such passion into my work that all the pupils gathered around to watch me work. I was eventually able, by the cleverness of my contrasts, to create an illusion suggestive of the model. But still dissatisfied, I continued to blacken my drawing still more, and soon it was but an incoherent mass of blackish smudges which became more and more homogeneous, and finally covered the whole paper with a uniform dark tone.
The next day when the professor came and stood in front of my work he uttered a cry of despair.
"You've done just the opposite of what I told you to do, and this is the result!"
To which I answered that I was on the verge of solving the problem. And, taking out a bottle of India-ink and a brush, I began to daub my drawing with pitch black precisely where the model was whitest. My professor, thinking he understood, exclaimed,
"Your idea is to make the negative!"
"My idea," I answered, "is to paint exactly what I see!"
The professor went off again, shaking his head, saying, "If yo think you can finish it with chalk you're mistaken, because you India-ink won't take chalk!"
Left to myself I took out a little pen knife and began to scratch my paper with a special stroke, and immediately I saw appear the most dazzling whites that one can obtain in a drawing. In other parts of the drawing where I wanted my whites to emerge more subdued, I would spit directly on the given spot and my rubbing then produced peelings that were more grayish and dirty. The beard of the old beggar who sat as the model emerged from the shadows of my drawing with a paralyzing realism. Soon I mastered the operation of bringing out the pulp of the paper in such a way as really to look like a kind of down, which was made by scratching the paper itself, and I almost went to the length of pulling out the fibres of the paper with my fingernails, and curling them to boot. It was, so to speak, the direct imitation of the old man's beard. My work completed, I lighted my drawing with a slanting light, placed close to the edge of the paper. When Señor Nuñez came to see it he could say nothing, so greatly did his perplexity overflow the habitual frame of his admiration. He came over to me, pressed me hard against his chest with his two robust arms in an embrace which I tought would choke me, and repeated approximately what Martin Villanova had said (on the occasion of my invention of the counter-submarine), "Look at our Dali - isn't he great!" Deeply moved, he patted me on the shoulder. This experiment of scratching the paper with my pen knife made me ponder a great deal upon the peculiarities of light and its possibilities of imitation. My researches in this field lasted a whole year, and I came to the conclusion that only the relief of the color itself, deliberately piled on the canvas, could produce luminous effects satisfying to the eye.
…..Además el único testigo presente de mis invenciones artísticas, el Señor Núñez, ya no tenía paz conmigo. Cada día le dejaba de una pieza y cada día reconocía que yo tenía razón.
Yo estaba haciendo mis primeros descubrimientos técnicos y todos ellos tenían el mismo origen: Quería empezar haciendo exactamente lo contrario de lo que me indicaba mi profesor. Una vez estábamos dibujando un viejo, un mendigo, que tenía una barba muy rizada, fino pelo, y absolutamente blanca. Después de ver mi dibujo el Sr Núñez me dijo que habían demasiados trazos de lápiz para hacer que fuese posible conseguir aquella blancura tan delicada; tenía que hacer dos cosas; debo hacer dos cosas -comenzar de nuevo con una hoja de papel completamente limpia y respetar su "blancura", que podría entonces utilizar; y también, con el fin de conseguir el efecto de la extremadamente finura de su pelo yo tendría que utilizar un lápiz muy suave y hacer trazos que apenas marcasen el papel. Cuando mi profesor se marchó, yo naturalmente empecé a hacer lo contrario de lo que me había aconsejado y continué trabajando con mi lápiz, con extrema violencia, usando los lápices más negros y más duros. Puse tanta pasión en mi obra que todos los alumnos se pusieron alrededor mía para verme trabajar. Eventualmente fui capaz, por la inteligencia de mis contrastes, de crear una sugestiva ilusión del modelo. Pero no satisfecho todavía, continué ennegreciendo todavía más, y pronto, esto fue solo una incoherente masa de manchas negruzcas haciéndose más y más homogéneas y finalmente cubrí todo el papel con un tono oscuro uniforme.
Al día siguiente cuando el profesor llegó, y se colocó enfrente de mi trabajo, lanzó un grito de desesperación.
"¡Has hecho exactamente al revés de lo que te dije y he aquí el resultado!"
A lo que respondía que estaba a punto de resolver el problema. Y cogiendo una botella de tinta china y un pincel, comencé a pintar mi dibujo con tono negro precisamente donde el modelo era más blanco. Mi profesor, pensando que lo comprendía, exclamó:
"Tu idea es hacer un negativo".
"Mi idea," respondí, "es pintar exactamente lo que veo".
El profesor se marchó otra vez, moviendo su cabeza, diciendo: "¡Si piensas que puedes acabar esto con tiza estás equivocado, porque la tinta china no admitirá la tiza!"
Dejándome solo cogí un cortaplumas y empecé a rascar el papel con un trazo especial e inmediatamente vi aparecer los más deslumbrantes blancos que se podía obtener en un dibujo. En otras partes del dibujo donde traté de que mis blancos saliesen más tenues, escupía en el lugar y rascando el papel, producía peladuras que eran grisáceas y sucias. La barba del viejo mendigo que estaba asentada como la del modelo emergía de las sombras de mi dibujo con un realismo paralizante. Pronto dominé la operación de sacar la pulpa del papel de tal forma que realmente parecía una clase de pelusa, cosa que conseguía raspando el mismo papel, y casi daba la longitud de las fibras del papel con mis uñas, enrollándolas. Era, por así decirlo, la imitación directa de la barba del viejo. Acabado mi trabajo, iluminé mi trabajo con una luz inclinada, colocada cerca del borde del papel. Cuando el Sr Núñez vino a verlo, no podía decir nada, ya que su perplejidad sobrepasaba ampliamente el marco habitual de su admiración. Vino a mí, me abrazó fuerte contra su pecho, con sus dos robustos brazos, en un abrazo que yo creía que me ahogaba, y repitió aproximadamente lo que Martín Vilanova dijo (con ocasión de mi invención del contra-submarino), "Mirad a nuestro Dalí, ¿no es grande?". Profundamente conmovido me daba palmadas en el hombro. Este experimento del raspado del papel con mi cortaplumas hizo que meditase mucho sobre las peculiaridades de la luz y sus posibilidades de imitación. Mis investigaciones en este campo duraron todo un año, y llegando a la conclusión de que solo el relieve del mismo color, deliberadamente acumulado sobre el lienzo, podía producir efectos luminosos que satisfaciesen a la vista.
(traducción F. J. Albertos)
JUAN NUÑEZ (1877-1963)
Catálogo 47. Abril-Junio, 1987
MUSEU DE L'EMPORDÀ [MUSEO DEL AMPURDAN]
(Traducción de F. J. Albertos y P. Rius, 2013)
PORTICO
El Museo del Ampurdán se honra en presentar este año, durante las Ferias de la Santa Cruz, la Exposición de la obra de Juan Núñez Fernández (Estepona 1877 – Barcelona, 1963). Obra totalmente inédita, ya que por primera vez se expone al público.
Durante el curso 1980-81 y mientras realizaba un trabajo de recopilación de lo que ha sido la pintura ampurdanesa, me di cuenta de que Juan Núñez era un gran desconocido en Figueras, incluso en los ambientes artísticos. Aunque muchos saben, que fue un gran artista: dibujante, grabador y pintor.
Desde el año 1906 en que llegó a Figueras, ejerció una fuerte influencia y causó gran impacto entre sus alumnos. Entre otros importantes discípulos, hay que destacar a: Baig Minobis, Salvador Dalí, Ramón Reig.
Al contemplar la obra inicial de estos tres pintores, es cuando nos damos cuenta de que es la primera y única vez, en que puede hablarse de una Escuela Ampurdanesa de Pintura, influida, en la primera época de los tres, por el dibujo del maestro Núñez. Naturalezas muertas estáticas, de gran perfeccionismo, hasta en la manera de representar el paisaje ampurdanés.
Consciente de que fue importante, la figura del maestro de todos ellos, busqué información, teniendo la suerte de poder conectar con la familia de la viuda de Juan Núñez, Josefa Alvarez i Pujolar, y acompañada de una sobrina suya, fui a visitarla.
Así fue como teniendo contacto, por primera vez, con la obra de Juan Núñez quedé impresionada. Además, obtuve los datos biográficos y las características humanas más importantes de Núñez, en palabras de su mujer, la cual me hizo prometer que no se publicase, ni se diese a conocer nada, hasta después de su muerte. Voluntad que se ha respetado.
Los herederos de la obra, personas jóvenes y sensibles, han querido colaborar desinteresadamente dejando la obra para que sea expuesta en el Museo del Ampurdán durante las ferias de la Santa Cruz, si bien, al mismo tiempo, quieren quedar en el anonimato, voluntad que también respetamos, expresándoles nuestro agradecimiento, porque han querido dar a conocer al público de Figueras y Comarca una de las obras más importantes y seguramente más desconocida de la Plástica Ampurdanesa: la vida y obra de Juan Núñez.
Alicia Viñas
Conservadora del Museo del Ampurdán.
En la obra de Juan Núñez que hoy podemos ver en las salas del Museo del Ampurdán hay algunas series de dibujos que pertenecen a épocas diferentes. La de Toledo, que data de 1894, demuestra con que ingravidez dibujaba a los diecisiete años. Portadas góticas y barrocas que le debían dejar prendado su visión, captadas con trazo ágil, sin la pesadez de la arquitectura secular que solo vista así, fragmentariamente, se vuelve ingrávida, alada.
Los de la serie de Vilabertran, que realizó catorce años más tarde de la de Toledo, ya están más cuidados y preciosos. Por esto el relieve, la profundidad, llegan al perfeccionismo.
Las copias al carbón que hacía de los cuadros de los maestros más famosos tienen exactitud fotográfica, aunque siempre trascendida por el arte de una recreación exigente.
Del autorretrato, ya hablaremos al hacer su semblanza; en cambio hay que destacar la reproducción del cuerpo de yeso, enorme, que les debía servir de modelo en la academia, porque, por sus grandes dimensiones, tuvo que solventar dificultades y problemas diversos.
Se ha de remarcar también el dibujo de la vieja. Los cabellos, la ropa, la expresión del rostro y de las manos que sostienen las agujas de hacer media, revelan el detallismo, la minuciosidad de Núñez tan pulcramente reflejada.
Entre esta floración de dibujos que evidencian la mano maestra del que era su autor, está el titulado "Olivo de la Vida" concebido poéticamente y ejecutado con firmeza. La pareja amorosa que se abraza entre las ramas abiertas del olivo tiene, realmente, el latido de la pasión que los arbola. Y la pareja del señalado con el nombre de "Preludio" transfigurada por el sueño, por la emoción del beso, se hace etérea, irreal en el mismo realismo.
Estas dos obras de creación manifiestan que para Juan Núñez la pareja era portadora del amor, creadora de la vida.
Pero aunque obras de esta categoría formal nos reafirmen en la convicción de que, esencialmente, era un dibujante extraordinario, no podemos tampoco menospreciar como pintor aunque que sean muy escasos los óleos que se conservan de él. Es suficiente, el contemplar atentamente las cuatro notas que tienen los árboles por protagonistas, para darse cuenta que dominaba con acierto la materia pictórica, que la distribuía adecuadamente, que jugaba con el contraste de sombra y de luz con un buen gusto innato y que sabía describir objetivamente lo que le atraía. Los colores son vivos, pero sabiamente matizados y la irradiación solar que predomina en cada nota le otorga una plasticidad que roza en la exquisitez.
Del lago de Vilabertrán presenta dos cuadros. El más pequeño espejea en el agua verdosa que atrae la densidad del follaje de los árboles que le bordea, y el grande, con la barca en primer término y la esbeltez de los cipreses al fondo que destacan por encima de las copas más altas, fragua la variada gama de los verdes. Ambos demuestran que si hubiese reincidido, si hubiese continuado por este camino habría podido ser un buen pintor.
Que la temática vilabertranesa le era muy querida se evidencia con frecuencia en los dibujos y en la pintura y no es extraño que encargase esta inclinación a dos de sus discípulos de Figueras, Ramón Reig y Salvador Dalí, porque tanto uno como otro pintaron, sobretodo durante la adolescencia, por los entornos de la población y en la misma quietud del lago.
Quisieramos destacar muy especialmente el cuadro al óleo de un Cristo, que "brazos en cruz – sobre la propia madera", se alza por encima de una ciudad que, conceptualmente, nos recuerda alguna de las composiciones de El Greco. Probablemente, más que la de Jerusalem es la de Toledo, que él conocía tan bien. La figura, absolutamente perfecta en el aspecto anatómico, enmarcada por la nube amarillenta paralela al brazo horizontal de la Cruz, con la panorámica de la ciudad como telón de fondo en la agonía del Crucificado, está expresada con contundencia y a la vez con reverente delicadeza. No es un Cristo tétrico sino glorioso, más cercano de la resurrección que no de la muerte que momentáneamente le acaba de vencer. Los colores fríos de la escuela española han dado paso a los cálidos y luminosos del Mediterráneo y todo el cuadro parece envuelto en el fulgor de la plenitud.
Capítulo aparte merece el Juan Núñez grabador, porque en esta variante del arte sobresalió notablemente. Los dos autorretratos que grabó, el de 1900 y el que realizó en París tres años más tarde, son una prueba convincente de la precisión con la que dominaba la dureza de la plancha. Y no es necesario decir que "El beso de Judas" de Van Dyck que desde hace muchos años figura en nuestro Museo del Ampurdán por donación de su autor, y que fue adquirido por el del Prado tal como exponemos en otro lugar. Con este grabado extraordinario obtuvo la segunda medalla en la Exposición Nacional de la Dirección General de Bellas Artes.
Llegó un momento que, en su profesionalidad consiguió dibujar tan fácilmente sobre las planchas de cobre como lo hacía sobre el papel. De aquí la perfección de los aguafuertes aunque el tema fuese profuso y complicado.
Después de haber glosado someramente lo que hemos sabido ver en las obras de Juan Núñez, no quisiéramos acabar sin ampliar un poco, lo que ya dije, sobre la influencia ejercida en sus alumnos. Principalmente en los que más sobresalieron. Tanto Marià Baig como Ramón Reig y Salvador Dalí poseían, sobretodo en la obra temprana, unas concomitancias formales y temáticas que son hijas de una misma dirección, de una misma normativa. La que les persuadió que solo el dibujo bien construído es la armadura capaz de dar consistencia al cuadro.
Marià Baig pintó, en aquella época, una panera que no desdice, en absoluto, de la tan famosa de Salvador Dalí.
Este, sentía por su maestro una veneración singular, pudiera ser aún más incentivada por el hecho de que...
"El Sr. Núñez tenía una fe completa en mi talento artístico. Quería que iniciase seriamente las clases de dibujo", escribió en cierta ocasión el mismo Dalí. Su hermana Anna María en el libro "Salvador Dalí visto por su hermana" afirma: "Fue para su hermano un profesor inteligente que supo comprender las dotes extraordinarias que tenía y le orientó acertadamente sin dudar nunca que llegaría a ser un gran dibujante y un gran pintor".
De lo que pensaba Ramón Reig, el lector podrá enterarse solamente leyendo el artículo que publicó con motivo de la muerte de su maestro, reproducido en este mismo catálogo.
Juan Núñez, tanto profesionalmente como por los efectos benéficos que con su maestría ejerció sobre sus alumnos, fue estimado y respetado por todos ellos y es de creer que los que aún viven lo reiterarían.
Hoy, a cien años de su nacimiento y casi a un cuarto de siglo después de su muerte, es un gozo sentirlo revivir en la obra que nos acerca y nos lo recuerda gracias a todos los que han hecho posible la exposición.
Montserrat Vayreda i Trullol
SINTESIS BIOGRAFICA DE JUAN NUÑEZ FERNANDEZ
Encontrar un pequeño Museo Núñez en el lugar más insospechado, es una sorpresa de las que dejan como un surco, que no se olvidan. Ver que la obra del maestro de Salvador Dalí ha sido conservada y valorada como merece, despierta una sensación difícil de describir, aunque absolutamente satisfactoria.
Que esté tan cuidadosamente enmarcada y tenga para ella sola una sala donde queda absolutamente distribuida, dice mucho en favor de sus herederos que, sensibles y generosos, le dan el relieve adecuado, un relieve que es el que predispone a estudiarla con interés, a otorgarle el mérito que realmente tiene. Nosotros, que por azar hemos tenido la suerte de contemplarla por primera vez, desde el más pequeño croquis a las pinturas, desde los grabados de composición barroca a los autorretratos, hemos disfrutado extraordinariamente.
Gracias a la incansable Alicia Viñas, Conservadora del Museo del Ampurdán que, haciendo caso omiso de los que no saben apreciar el esfuerzo realizado desde que ostenta el cargo, para organizar más de treinta exposiciones importantes, ha conseguido que hoy los figuerenses podamos ver la que presenta de Juan Núñez, que durante muchos años fue catedrático de dibujo del Instituto de Figueras.
El visitante, el contemplador, quedará alucinado con la obra de este dibujante fuera de serie, formado en el academicismo más riguroso, el de una época que le exigía y le recomendaba. Pero él transformó el naturalismo entonces tan en boga en algo más que la visión realista del modelo estudiado, porqué en el afán de captar la belleza tal como la preconizaban los cánones, se entregaba íntegramente a la consecución de este objetivo, con tal de reflejarla tal como él lo entendía: armónica, acabada, verídica, sutil.
Nació en Estepona (Málaga), el 13 de marzo de 1877, en el corazón de una familia numerosa y disciplinada bajo la potestad del padre que era teniente coronel. Quizás por esto tres de sus hijos siguieron la carrera militar. Otro estudió para ingeniero y los otros dos chicos -también habían dos chicas- se dedicaron a las Bellas Artes. Uno fue Ramón, el hermano admirado, que destacó como escultor y que vivió siempre en Valladolid, y el otro, el nuestro Juan Núñez. Ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid y se especializó en dibujo, grabado y pintura bajo la guía del catedrático José Mª Galván y Candela, pintor y aguafuertista que enseguida le consideró un alumno aventajado y ejemplar.
En 1892 obtuvo, por un dibujo, premio ordinario en la Escuela Central de Artes y Oficios de Madrid, y el día 1 de junio del año 1898, la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de la capital de España, le concedió diploma por un dibujo al natural y por un grabado dulce. El 30 de octubre de 1899 recibió una ayuda importante, definitiva, cuando la Academia de Bellas Artes de Roma le pensionó con 3.000 liras anuales.
Pasó allí cinco o seis años de estudio, de trabajo intenso. Es fácil imaginar con qué sentido de la responsabilidad emprendió la tarea en un ambiente pleno de incentivos que debía provocarle en cada instante. Roma es siempre un espectáculo, sobretodo para los que se interesan por el arte que encierra. Los vestigios que restan de la capital del imperio en el corazón mismo de la ciudad, los edificios, los monumentos, los museos, las fuentes, los jardines públicos, las creaciones de los pintores y escultores renacentistas y tantos otros aspectos que los ojos descubrían por todas partes. Solo deambulando por las calles y las plazas, descubrir una columna, pararse ante una estatua, entrar en una iglesia, es recibir una lección de estética de buen gusto. Bañarse en la luz dorada que gotea de un alto cielo y potente para columpiarse en la copa de los árboles y adherirse a la piel como una vestimenta inconsútil, significa integrarse plenamente en el ritmo ciudadano.
Juan Núñez se debió sentir un hombre nuevo capaz de sublimar lo que más le atraía y transferirlo, de una manera u otra, en aquello que creaba. Por si esto no fuese suficiente, encontró el amor, un amor encarnado en la bella italiana de cuerpo grácil y facciones clásicas que le servía de modelo. Además de enamorarlo, consiguió casarse.
De su brazo volvió a España y a partir de 1905, fue catedrático de Instituto. En 1906 cuando llegó a Figueras para ejercer la carrera en el de nuestra ciudad, tomó parte en la exposición colectiva que tuvo lugar aquí con una obra que obtuvo medalla.
El 27 de enero del año 1909 fue nombrado bibliotecario del Instituto. Además de ejercer la cátedra de dibujo en el Instituto, daba clases en la Escuela de Artes y Oficios conjuntamente con el profesor Sebastià Escapa.
Pero cuando ya estaba enraizado profesionalmente, cuando todo parecía marchar sobre ruedas, se hizo palmario que su matrimonio, aún habiendo un hijo y una hija, era frágil, inestable y se concertó la separación.
Pero Juan Núñez no era hombre para vivir solo, necesitaba calor y compañía y sobretodo que se le comprendiese y quisiese compartir con él la intimidad. Así, muerta su esposa, se casó con Josefa Alvarez i Pujolar, sobrina del que repetidas veces fue alcalde de Figueras, Marià Pujolar, tan respetado por los figuerenses. Que se enamoró profundamente se desprende de alguno de los papeles que escribía púdicamente, con explosiones verbales hijas de un romanticismo que periclitaba, pero que aún era contagioso, arrebatado. He aquí un fragmento.
"Pero... ¿No se acuerda Vd.?... Las mujeres tienen el sutilísimo don de conocer la impresión que causan en los hombres... Han pasado muchos años... ¿No cae Vd. en la cuenta?... No me atreví en aquel tiempo a presentarme ante Vd. y hacerle esta declaración... Y aquí, en este papel queda hecha, sin que jamás llegue a su conocimiento".
Núñez era un caballero, un caballero tímido y enamorado, de una vida interior muy rica, que se expansionaba solo con la pluma y el papel para dejar correr la imaginación y dar esparcimiento a los sentimientos.
Esto se adivina solo con hojear sus escritos, muy abundantes, pero todos inéditos. Profundizaba el arte desde el punto de vista de la belleza, reflexionaba sobre el sentido de la vida, se adentraba en la filosofía, contaba experiencias, inventaba situaciones, hacía cuentos y poesías, siempre en un estilo romántico lleno de fluidez.
Culto, inquieto, de curiosidad alertada, sentía interés por todo lo que estaba ligado con el cinturón del arte. Como era creyente, la religiosidad despuntaba en muchos de sus papeles y por esto intuimos el hombre espiritual que no se dejaba contaminar ni por la duda ni por el escepticismo.
Uno de sus autorretratos al carbón, reproducido en este mismo catálogo, que data de 1908, nos muestra como era a los treinta y dos años. De facciones marcadas, nariz prominente, ojos inquisitivos bajo el marco de unas cejas largas, bien pobladas. Cabello negro, bigote estilo góndola, barbilla saliente. En el juego de luz y sombra que marca la fisonomía, la mirada es un imán que atrae la atención.
Esencialmente formado para enseñar, persuadir, encender en los alumnos la llama de la vocación, nunca presumió de artista. Su innata modestia le privó de exponer, de competir, de abrirse paso entre los de su generación, condiscípulos tan preparados como Manuel Benedito que más adelante fue catedrático de la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid y miembro de la Real Academia de San Fernando, así como de Sotomayor, que destacó también como pintor.
Juan Núñez nunca quiso exponer individualmente debido a una especie de pudor, que fue constante, indomable. Quizás temía entrar en el mundo de las galerías de arte, de los marchantes, moverse de un sitio a otro para darse a conocer, sobresalir, interesar, relacionarse. Era un sedentario, un introvertido, un púdico y se conformaba con vivir para enseñar dibujo, lo que mejor sabía. El escudo que le defendía era el anonimato; las armas, el carbón y el lápiz; la línea de combate, el aula donde se alineaban, entre muchos otros, Ramón Reig, Marià Baig y Salvador Dalí, un Salvador joven que destacó pronto como un astro vigoroso entre la pléyade de condiscípulos. Fue el más conspicuo y eficaz de los alumnos que formaban la orquesta plástica dirigida por el maestro Núñez. Cada trazo, un instrumento; cada color, una frase melódica; cada obra, un tiempo. Los dirigía con la batuta de su buen hacer de director exigente, meticuloso, que, cuando los corregía respetaba la idiosincrasia de cada uno con discreción y pulidez exquisitas.
El 18 de noviembre del año 1919 fue nombrado secretario general y técnico del Instituto y unos años después, el 25 de noviembre de 1925, obtuvo el cargo de vice-director y dado que tenía un gran conocimiento del italiano pasó a ser profesor de esta lengua el 26 de febrero de 1927.
Cuando se trasladó a vivir a San Sebastián, también ostentó el cargo de vice-director del Instituto de Enseñanza Media Peñaflorida, donde era catedrático de dibujo. Vivió en aquella ciudad hasta el día de la jubilación, y entonces, siempre en compañía de la mujer, fue a vivir a Barcelona donde residieron durante muchos años. Murió el 18 de febrero de 1963 y sus despojos fueron trasladados a Figueras.
Entre muchas otras cosas escribió un tratado sobre la evolución de las Artes Decorativas Españolas en los estilos más determinantes: románico, ojival, gótico, florido, renacimiento, plateresco, barroco, churrigueresco, deteniéndose también en el estudio de los cambios producidos durante las épocas de transición, a veces incipientes, otros encendidos y abrasadores.
Sintió una gran admiración por Ribera, pero singularmente por Velázquez al que consideraba el non plus ultra de los pintores españoles. De los extranjeros tenía preferencia por Rubens y su discípulo Van Dyck.
De este hizo un grabado de la obra titulada: "El beso de Judas", el cual estaba tan bien ejecutado que, por real orden del 14 de julio de 1919 y al precio de 4.000 ptas, el Estado lo adquirió para el Museo del Prado.
La entrega del grabado se hizo desde la Escuela Nacional de Artes Gráficas y hoy figura en aquel museo considerado como el más importante del Estado Español.
Esta es, muy sintetizada, la biografía de Juan Núñez Fernández, gracias al cual nació la Escuela Ampurdanesa de pintura, escuela que quizás no ha tenido continuidad, pero si muchos hijos independientes que han hecho el camino.
Montserrat Vayreda i Trullol.
11-marzo-1987
Salvador Dalí visto por su hermana
Ana María Dalí
Parsifal Ediciones
Barcelona, 2001
[1ª Edición, 1949, Editorial Juventud]
I, p. 13, 14
SINTESIS BIOGRAFICA DE LA ADOLESCENCIA DE SALVADOR DALI
AÑO 1917
INVIERNO: Estudia el bachillerato en el Instituto de Figueras. Asiste a las clases de dibujo de la Escuela Municipal dirigida por el profesor Juan Núñez Fernández.
PRIMAVERA: Obtiene un diploma de la Escuela Municipal de dibujo firmado por Juan Núñez y por el alcalde de Figueres. En casa, nuestro padre expone los dibujos al carbón que Salvador ha hecho durante el curso, y da una fiesta.
Salvador cumple trece años. Pero dejemos que sea él mismo quien explique la entrega del premio:
PREMIO DEL DIBUJO
"La noche es oscura como una garganta de lobo. Voy a dibujar. Hoy repartirán los premios y tendremos que esperarnos mucho rato. Por fin llega el alcalde Vicenç Ros, pero tenemos que esperar aún, pues primero han de repartir los premios a las chicas. Mientras tanto se canta y se hace el burro. En el cielo, las estrellas tiemblan...
Por fin nos toca a nosotros. Entra el alcalde. Está de pie, a su lado tiene un secretario y el maestro.
-Salvador Dalí.
-Servidor -y abriéndome paso me acerco a la tarima.
Entonces el alcalde dice solemnemente:
-Tengo la gran satisfacción de ofrecerle el premio. En primer lugar honra a la familia Dalí y en segundo lugar a la Academia de la que se podrá decir que ha salido un artista de fama.
-¡Muchas gracias!
... recojo el premio, primer premio, disimulando las ganas de reir pues ha sido muy cómico. Y después a la rambla, y después a casa donde la familia sonreía de satisfacción por tener un hijo que honra a la familia y a la Academia según las auténticas palabras de un alcalde verdad."
VERANO: En Cadaqués pinta cuadros impresionistas. Son cuadros en los que no hay dibujo, en absoluto. Todo son manchas de colores brillantes y fuertes: rojos, amarillos, verdes. En estos cuadros hay muchos contrastes.
OTOÑO: Otra vez el Instituto y las clases de dibujo del profesor Núñez.
II, p. 22
Los jóvenes que se interesen por esta época, encontrarán puntuales referencias en la prensa local depositada en la Biblioteca Popular Carles Fages de Climent: L'Alt Empordà, La Veu de l'Empordà y L'Empordà Federal, que recogen las inquietudes politicas, cívicas y artísticas de aquellos años, cuando regentaban la Escuela Municipal de dibujo profesores tan extraordinarios como por ejemplo Juan Núñez.
VI, p. 61, 62, 63
Sus dotes de dibujante iban precisándose, y mi padre le matriculó en la Escuela Municipal de Dibujo, que en aquella época dirigía el profesor Juan Núñez. Este buen amigo fue para Salvador un profesor inteligente, que supo comprender sus dotes extraordinarias y le orientó acertadamente, sin dudar nunca que llegaría a ser un gran pintor y un gran dibujante.
Entonces fue cuando mi padre concibió la idea de que, terminado el bachillerato, su hijo se dedicase plenamente al arte. Mas como temía que la lucha por el triunfo fuese difícil, como suele ocurrir, quiso que tuviera también la misma profesión que el Señor Núñez, con lo que la parte material de su vida quedaría mejor asegurada. Ya sin inquietud por la existencia, podría dedicarse plenamente, en las horas libres, a la obra que tanto le obsesionaba. Esta idea le pareció a mi hermano perfecta. Su porvenir iba ya concretándose. Después del bachillerato ingresaría en la Academia de Bellas Artes, de Madrid.
Por esa época pintó bodegones y los retratos de la abuela, de la tieta, de mi padre, de Lucía y el mío. El acuarelista Ramón Reig (más tarde catedrático de dibujo de Figueres) tenía por entonces la edad aproximada de mi hermano, siendo uno de sus amigos más íntimos. Juntos contrataban modelos y pasaban largas horas pintando.
No tardó mi hermano en ser el primero de la clase en la Escuela Municipal de Dibujo de Figueres, así como el discípulo predilecto del profesor Juan Núñez.
.....
Su afición a las clases del Señor Núñez era tan viva que una tarde en que llovía a cántaros quiso ir igualmente. Fue el único discípulo que no dejó la clase, y el Señor Núñez, comentándolo decía:
-Creo que aunque cayeran garbanzos, vendría igualmente.
Sus trabajos de academia eran sorprendentes. En 1917 obtuvo el premio y el diploma oficial. Sólo tenía trece años. Mi padre organizó una exposición a fin de curso, integrada por los dibujos que tantos elogios habían merecido de don Juan Núñez. Esta exposición, organizada en una salita de nuestra casa, fue visitada por todos nuestros amigos. Mi padre, con el optimismo y el entusiasmo que ha reflejado siempre su carácter vehemente, quiso ofrecer una garotada [comida a base de garotes, erizos de mar] en el terrado para celebrar el primer éxito de su hijo. Así fue como, entre la más cordial amistad, tuvo efecto una de las más famosas garotades que se han celebrado en mi casa.
Los erizos de mar nos gustan con delirio; es un manjar único. Es tan grato el placer que se experimenta al comerlos, así como el de su digestión, que ninguna otra comida ni bebida se les puede comparar.
XIII, p. 104
[después de su expulsión de la R. A. de Bellas Artes de San Fernando, en octubre 1923]
Sintió interés por aprender a grabar, e inmediatamente, en una de las habitaciones que formaban el taller, se instaló el tórculo y todo lo preciso. El señor Núñez, su antiguo profesor de dibujo, a quien mi hermano consideraba como un maestro académico, tal como él estimaba que debía ser, venía por las tardes a darle clase de grabado, pues era un grabador
admirable. |
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