ESCRITOS DE GENTE QUE PASÓ POR ESTEPONA

Viaje por España y Portugal (1580-1584)
Erich Lassota von Steblau
“1580

El 13 de febrero seguimos cerca del Castel de Ferro, de Mutril de Salabregna (villa del regno de Granata), por delante de Vélez Málaga (una villa grossa); Málaga, hermosa ciudad situada en Andalucía.
El 14 proseguimos cerca del Capo de Molinos, Fungarolla, Moranilla, a unas quince millas de Zibilterra o Gibraltar; por la tarde cesó el viento, y quedó la noche tranquila.
El 15 de febrero por la mañana nos vino viento contrario y nos rechazó unas treinta y cinco millas atrás, de manera que en Fungarolla castillo, entramos y echamos anclas.
El 24 me marché a tierra, y en una pequeña ciudad llamada Myas, situada en una lata montaña, a media milla del mar, almorcé y compré provisiones frescas.
El 25 de febrero salimos de Fungarolla, mas un viento tempestuoso nos rechazó otra vez atrás.
El 28 de febrero falleció Friedrich de Hubirg a la una de la noche, mi compañero de regimiento, y desembarcando luego en Estepona; allí le enterraron.
El 29 de febrero emprendimos otra vez nuestro camino, y delante de Moranilla, por falta de viento, flotábamos adelante y atrás.
El 2 de marzo, por causa del viento contrario, echamos ancla en Estepona, que es mercado con un castillo.
El 3 de marzo me fuí a tierra y comí en Estepona.
El 4 de marzo, a mediodía, nos marchamos de allí, y por causa de vientos contrarios, anclamos delante de Gibraltar, detrás de una montaña.”

Memorias del Príncipe Rupert (trad. F.J.Albertos)
Eliot Warburton, 1849
El viaje al Estrecho (Michaelmas Day, 1650 [29.09.1650])
Estuvimos esperando durante toda la noche, y al siguiente día, cuando sólo faltaba el trayecto de Tetuán, para avistar a nuestro buque de guerra; pero al no encontrarle, nos acercamos a la costa de España, donde encontramos el Culpepper anclado bajo el castillo de Stypion [Estepona], pero antes de que pudiéramos acercarnos (conociendo nuestros barcos), se acercó a la orilla, por lo que no pudimos abordarle. Enviamos algunas andanadas una tras otra, haciendo el castillo lo posible por defenderle; pudimos hacer que no pudiera navegar pero no podíamos ir a buscarle. Después de saludar al castillo, nos fuimos y marchamos hacia Málaga; Su Alteza entendió que era mejor navegar por la noche, para sorprender sus barcos…”

Diario del viaje de España
François Bertaut
“1659
El lunes 18 [noviembre] hicimos cuatro leguas de puertos y de peñas para ir a Marbella, donde comimos y desde allí nos fuimos, a lo largo del mar, a dormir a Estepona, que está sobre la orilla, a cinco leguas de Marbella…
Estepona no tiene murallas, pero hay allí un pequeño castillo. Un sacerdote de allí, que nos recibió en su casa, porque no había camas en la posada, nos contó que hacía veinticinco o treinta años que los moros habían hecho un desembarco con mil quinientos hombres, pero que habían sido rechazados por los habitantes, y que no había habido más que un caballero que, creyéndolo todo perdido, se vistió de moro para salvarse, y fue muerto por los habitantes.
La lluvia nos había cogido en el camino, y nos duró todavía todo el martes 19 del mes de noviembre, que marchamos a Gibraltar, que está a seis leguas de allí.”

Delicias de España y Portugal
Pieter van der Aa
Leyden, 1707
“Al otro lado de Gibraltar, yendo a lo largo de las costas del Mediterráneo, se encuentra Estepona, pequeña villa situada sobre una altura, al borde del mar. Es la última de Andalucía por esta parte, situada enfrente de Marbella, que está en el Reino de Granada.

Viaje de España y Portugal (1716-1717)
Juan Salvador Pedrol
“El día 19 [diciembre], partimos de Marbella, yendo por camino inculto no muy lejos del mar, después de haber hecho dos leguas llegamos a comer a Estepona, donde tuvimos mal alojamiento.”

La Historia del Estrecho de Hércules, ahora llamado Estrecho de Gibraltar (trad. de F.J.Albertos)
Thomas James
1771
“… y después de pasar el pequeño río Guadiaro, casas de guardas, y muchas torres, desembarcamos en Estepona, un pequeño pueblo pesquero a orillas de la playa, del que forma parte un viejo castillo con cañón, sobre los restos de una mayor mole: quizás fue la antigua Barbésula”

Viaje de Gibraltar a Málaga
Francis Carter
“1777
La costa de Gibraltar hasta Estepona, incluso dos leguas más allá, es extremadamente árida, pues la sierra corre paralela a una legua de la orilla: esta carretera no se puede utilizar en invierno por la cantidad de ríos y arroyos que hay que cruzar, los cuales cogen tanta fuerza después de las lluvias que arrastran al mar hasta mulas y caballos cargados, cosa que ocurrió una semana antes a un soldado que llevaba un buen caballo y algunas mulas cargadas, cuando intentaron cruzar el Río Verde por un vado, a una legua del Mediterráneo.
Nada hay destacable en Estepona, un pueblo moderno pero pobre; hace algunos años se enriqueció enviando barcos de comestibles a Gibraltar, que eran pagados con dinero y mercancía, pero en los últimos años el rey ha parado este comercio y los habitantes han vuelto a sentir la pobreza.
La ciudad vieja del mismo nombre, que Ismail, rey de Granada, entregó a los españoles en el año 1318, estaba situada a unas tres leguas más al este; en 1456 Enrique IV de Castilla se encontraba en esta costa y, hallando el pueblo en ruinas, lo trasladó adonde se encuentra hora, atraído por las ventajas de la playa, que, aunque abierta y expuesta a los vientos del este, es una vía segura para barcos pequeños, y para los grandes también, puesto que el fondo es firme y se puede echar el ancla en 25 brazas del mismo pueblo; don Juan Pacheco, marqués de Villena, lo pobló, pero los habitantes actuales no pasan de 200 familias.”

Cartas desde Portugal, España, Italia y Alemania (trad. F.J.Albertos)
Christopher Hervey
1785
“Nos encontramos con una tropa de caballería no a gran distancia de Marbella, que me puso a su cabeza, y de esta manera continuamos nuestra marcha a Estepona, una pequeña población donde pasamos la noche”

Viaje al Imperio de Marruecos
Jan Potocki
“1791
Al regresar por el puerto he visto a dos marineros genoveses que habían pescado un pez luna y se disponían a comérselo. Este animal, a lo que creo, no ha sido aún descrito por ningún naturalista a pesar de que merece una descripción detallada, porque no creo que exista uno solo en la cadena de seres organizados cuya conformación presente aspectos tan extraños y alejados de las ideas comunes sobre la organización animal.
La primera vez que vi a este singular pez fue durante mi travesía de Estepona a Gibraltar. Mis marineros, en cuanto lo descubrieron, dieron muestras de enorme alegría y se aprestaron a su captura, es decir, que botaron las chalupas aunque sin tomar ningún instrumento de los que se sirven para la pesca y como yo mostrara mi extrañeza me contestaron que el pez luna, cuando había comido, perdía la facultad de irse al fondo del mar, lo cual parece bastante singular puesto que sería más fácil al contrario de lo que debería serle más difícil.”

Diario de Nathaniel Cutting de una embajada a Argelia en 1793 (trad. F.J.Albertos)
“16 de octubre de 1793.- Preparado a las 4 de la madrugada para continuar nuestro camino hacia Málaga, accidentado y no cultivado país –la tierra muy quebrada- el suelo en muchos lugares de buen color, pero muy pedregoso; yendo a lo largo de la costa, generalmente con vistas al mar. Nuestra primera etapa era Estepona, a seis leguas de San Roque; los habitantes subsisten principalmente de la pesca. En esta corta distancia de seis leguas, observé ocho colocados crucifijos para señalar los lugares donde unas personas habían sido robadas y asesinadas. En el camino hemos notado un gran número de ovinos alimentándose, casi todos negros, quince o dieciséis de ellos. En nuestra próxima etapa (Marbella)…”

Viage de España
Antonio Ponz
“1794
Estepona, en donde me entretuve poco, se me figuró de unos quatrocientos vecinos, con su Parroquia, Convento de Terceros de San Francisco y Hospital. No me parece que Astapa fuese la que se ha tenido por tal, y ahora llaman Estepa en el Reyno de Sevilla cerca de Ecija, sino este Pueblo de Estepona: aquella se llamó sin duda Municipium Ostiponense, y no fué la Astapa que han creido con Morales otros célebres antiquarios. El Señor Don Francisco Bruna tiene en su Gabinete de Sevilla documentos claros, así en medallas como en mármoles, que demuestran no haber sido Astapa la Estepa del día, sino que ésta fue el Municipio Ostiponense; y por consiguiente habrá sido Astapa Estepona, la que, según Tito Livio, no quiso Lucio Marco que se asolase por la famosa defensa que hizo. Esto será bien que lo especule nuestro amigo, y entretanto voy a continuar mi Itinerario.
Desde Estepona a Marbella se andan cinco leguas.”

Descripción odepórica de España (trad. de F.J.Albertos)
Antonio Coca
1795
“Después de seis leguas se encuentra primero Manilva, entonces Estepona, que se aventura fue la famosa Astapa, la cual según Tito Livio, no quiso Lucio Marcio que fuese derribada por haberse defendido valerosamente.”

Itinerario descriptivo de España (trad. de F.J.Albertos)
Alexandre Laborde
“1808
La villa de Estepona está situada al pié de la Sierra Bermeja y al borde del mar; ofrece a la vista una hilera de casas bastante bonitas delante de su playa. Tiene dos mil quinientos habitantes, que se componen de agricultores, comerciantes de ganado, pescadores, jornaleros y algunos empleados: debe una parte de su población a la ruina y emigración de Marbella; es verdad que su situación invita a establecerse. Su territorio es de cinco leguas cuadradas, las tierras situadas sobre la montaña tienen una legua de extensión; se encuentran viñedos que producen un vino seco, excelente, algunas colmenas y algunos sitios cubiertos de malezas que sirven para pastos y para hacer carbón. Su campo produce hortalizas, higueras en gran cantidad, naranjas, limones y otros frutos. Los impuestos o rentas propias de la villa suben a treinta y cinco mil reales por año. Hay una parroquia, un convento de religiosos de S. Francisco y un hospital muy pequeño y que podría estar mejor cuidado. Desde hace algunos años la población ha crecido considerablemente y las murallas se encuentran ahora en el centro de la población. Sesenta barcos de quilla pertenecen a sus habitantes; tiene un porte de cuatrocientos a seiscientos quintales y son empleados para el transporte de frutos a Cádiz, la Isla, Málaga y otros lugares de la costa. La industria consiste en tres tejares, tres alfares y aproximadamente veinte telares para fabricar tela casera. Hace aproximadamente diez años que en el norte de Estepona, a una legua y media, en el territorio de Benahavís, se encontró una mina de lápiz, pero no se explota.”

Viajes descriptivos en España y en las Islas Baleares en el año 1809 (trad. de F.J.Albertos)
Sir John Carr
“Cruzamos el Guadiaro, y como los españoles calculan por tiempo, hemos tardado ocho horas o veintiocho millas aproximadamente a Estepona, nuestra primera etapa. En nuestro acercamiento a ella, pasamos por varios campos de melón, pero el país estaba poco cultivado. La orilla del mar, cuyas piedras destacadas en su transparencia, era muy hermosa. La ciudad está situada cerca de la orilla, a los pies de Sierra Bermeja, y tiene un fino y pintoresco, muy parecido a la antigua ciudad de Andernach, en el Rhin. La población está entre dos y tres mil. Buen vino, frutas, y el carbón son exportados de ella en cantidades considerables. Comimos en una buena posada. Cerca de esta ciudad, hay torres Martello, ahora introducidas, inicialmente en las costas inglesas e irlandesas.”
[Nota: Los ingleses fortificaron sus costas a partir de estos años, con torres a las que denominaron Martello, porque eran semejantes a una llamada Martella en la isla de Córcega. Este sistema de defensa de las costas del Reino de Granada, databan del tiempo de los árabes. En el libro “Travels in the South of Spain , in letters written A.D.1809 and 1810” de William Jacob, p. 220, dice sobre este sistema defensivo español: “My military companion, Mr Michel, admired extremely both the plan and the execution”]

Viajes al Sur de España en cartas escritas en 1809 y 1810. (trad. de F.J.Albertos)
William Jacob
“Estepona, es un pueblo de pescadores, con cerca de mil familias, pero que sufrió mucho durante la epidemia mortal del año 1804, por lo que su población es pequeña, en comparación con el número de familias, casi todos los cuales subsisten de la pesca, o por los frutos que se cultivan, y que se envían a Gibraltar. Visitamos un convento franciscano, donde sólo había catorce monjes, que aparentaban estar en un estado miserable, su iglesia no tenía nada de particular, y sólo nos complació el respeto y la atención prestada por estos padres a nuestros uniformes ingleses, el cual es seguro para atraer la atención y la civilidad de todo el clero.
Después de una cena con sardinas, un pequeño pez que se captura en grandes cantidades en esta costa, salimos de Estepona, y continuamos nuestro viaje a lo largo de la costa del mar.”

The Royal Chronicle, vol. IV, May 1812
El duque de York
“Llegamos a Estepona, hambrientos y algo cansados. Estepona es un pueblo pescador, los habitantes suministran con frutas y aves de corral a Gibraltar, y contribuyen a vivir de forma bastante confortable. El mar es una mina inagotable para quien tiene suficiente industria para trabajarlo. Sin embargo, extrañamente y como es general, la pesca está desatendida.”

Apuntes relativos a la campaña del año 1820
José O'Donnell
Octubre, 1823
“Ya tenía dispuesto el marchar el día siguiente para atacar a los rebeldes en San Roque cuando recibí por la noche el aviso de que habían salido a las 10 de la mañana hacia Estepona. En la madrugada del 16 salí de Ximena por Manilva a Estepona, donde Riego había pasado la noche anterior, y yo pasé aquella. Supe que se había apoderado de la pólvora que encontró en el castillo de la Sabinilla, y que en el río Guadiaro había sorprendido (a mediodía!) un destacamento de 28 caballos de Lusitania dependientes de Málaga que casi todos se le unieron.
El día 17, antes del alba, tomé el camino de Marbella…”

Colección de resúmenes geográficos (trad. F.J.Albertos)
Bory de Saint-Vincent
1826
“Estepona, en la carretera ribereña de Gibraltar a Málaga, pequeño puerto situado en las raíces de Sierra Bermeja, con dos mil quinientos habitantes, se encuentra plombagina, explotada por cuenta del gobierno, los alrededores son deliciosos y las casas en general propias y elegantes.”

Cartas desde Europa, en 1828 (trad. F.J.Albertos)
William Buell Sprague
“Después de pasar el peñón de Gibraltar, entramos en el Mediterráneo, que gradualmente en un amplio y abierto mar. La costa española de aquí es, durante una distancia considerable, de una belleza sin parangón. Se compone de una serie de colinas y valles fértiles y el sol derramando su fulgor sobre ellos, cuando pasamos, dándole una apariencia mezclada de azul y oro.”  

Esbozos de España (trad. F.J.Albertos)
V.A. Huber
1830
“Gracias a estas precauciones, nuestros navegantes pudieron ver desfilar sucesivamente ante ellos las colinas y los valles deliciosos de esta parte de la Península. Estas poblaciones sonrientes de Estepona, de Marbella, de Fuengirola y de Torremolinos, la vieja torre mora de Gibralfaro y, en fin, las ricas colinas que rodean la ciudad de Málaga, en cuyo puerto la faluca echó el ancla.”

Cartas, monumentos públicos descriptivos, escenario de maneras de Francia y España. (trad. F.J.Albertos)
Caroline W. Cushing
1832
“Llegamos a la Posada de la Paz, en Estepona, un pueblo a dos leguas de Manilva, justo al anochecer, y allí permanecimos durante la noche.
Durante cinco leguas, después de salir de Estepona, no se encuentra ninguna aldea, ni casa donde usted pueda descansar, excepto una pequeña venta, a medio camino entre Estepona y la población de Marbella.

He comentado durante todo nuestro viaje desde San Roque, que las hembras, por lo general, son extremadamente bonitas, y muchas de ellas sorprendentemente hermosas. Al pasar por varios de los pueblos, apenas pude ver una cara femenina que no volviese involuntariamente la cabeza para verla una segunda vez y admirarla.”

Quince años de un proscrito (trad.F.J.Albertos)
General Guillaume de Vaudouncourt
1835
"Nuestra tercera escala fue en Estepona, al pie de las montañas de Ronda, cita ordinaria de los contrabandistas y de los bandidos de Andalucía, y no lejos del célebre campo de Batalla de Munda, donde la fortuna pensó en ser infiel a César. Contábamos con pasar la noche allí y mi mujer a quien el mar hacía sufrir cruelmente, tenía una necesidad urgente de ello ; pero apenas habíamos tomado un ligero reposo, cuando el patrón vino a advertirme que se formaba un complot para asesinarnos y robarnos. Aún había tiempo para alcanzar nuestra barca, pero si tardábamos un poco, podía formarse una tropa que nos lo impediría. No perdimos el tiempo en llegar a la ribera, y levamos el ancla del lugar. Pronto vimos acudir un número bastante grande de habitantes sobre la orilla, pero estábamos fuera del alcance de sus armas."

Excursiones a lo largo de las orillas del Mediterráneo (trad. F.J.Albertos)
Edward Napier
1842
"Nuestra marcha del día siguiente era Estepona, a cinco leguas, adonde llegamos pronto; no, sin embargo, antes de que estuviéramos bien mojados, la lluvia caía a torrentes durante la mayor parte del camino. Como consecuencia de no tener ropas secas, nos fuimos a la cama al llegar a la "posada", colgamos la ropa alrededor de un brasero, y pasamos el tiempo lo mejor que podíamos, hasta que se secaron y nuestra cena estuvo preparada, tras lo cual di un paseo, pero no se veía nada, salvo unos cuantos barcos de pesca y contrabandistas, que llevan a cabo un gran tráfico desde este lugar con Gibraltar. "

Dos años en España y Portugal (trad. de Ana Martín del Sol)
Moritz Willkomm
1847
“Toda la franja costera está poco poblada; tan solo a la izquierda del Salto de la Mora, a una hora tierra adentro, se dejan ver las blancas casas y torres de la villa de Manilva, que se encuentra a la salida de un amplio valle, y aquí y allá aparecen fincas aisladas en la cañada de la sierra. Viñedos y olivares recordaban al caer el sol la proximidad de poblaciones humanas, y justo por encima ceden las colinas el paso a una ancha llanura repleta de plantaciones de higueras, trigales y numerosas casas de campo, en la que muy cerca del mar, se encuentra la acogedora y moderna ciudad de Estepona, donde pernoctamos.
La larga fila de altos bloques de pisos con tejados planos y muchos balcones, que se prolonga a lo largo de la playa, y las altas torres de las dos iglesias otorgan a este lugar poco destacable en principio, una apariencia imponente. El interior de la ciudad está ordenado, bastante limpio y muy animado, a la vez que Estepona practica un activo comercio costero con Cádiz, Algeciras y en especial con Gibraltar, que compra vino, frutas, cereales, legumbres y pescados, por lo que Estepona mantiene 60 pequeños buques de cabotaje.”

Los pilares de Hércules o una narración de viajes en España y Marruecos en 1848. (trad. F.J.Albertos)
David Urquhart
“1850
Me temo que no progresaría si entrase en el tema de la fortificación; pero puedo decir en dos palabras, que las estructuras hechas por los moros, a lo largo del avance de artillería, han seguido intactas debido a su efecto. En Gibralfaro de Málaga, Tarifa, Alcalá, etc se han encontrado rudimentos de trabajos avanzados, de glacis y de contraescarpas, con un sistema regular flanqueando muros. En Estepona observé una fortificación angular, el vínculo entre el viejo sistema y el nuevo. Hay muros con el propósito de resistir a la artillería, 25 pies de alto y otros tanto de espesor, donde las armas debían haber sido montadas en barbeta. Sus alumnos españoles se anticiparon a Vauban (se construyeron bastiones con orejones para cañones en Barcelona, 1514. Vauban nació 120 años después)”

Gazpacho o meses de verano en España
William George Clark
1850
“A las ocho de la tarde estábamos en Estepona, una aldea perdida a orillas del mar, que es, o mejor dicho, solía ser nido de contrabandistas –interesante y atlética raza, que ha sido reducida en los tiempos que corren, debido a la vigilancia opresiva de las autoridades españolas. Bloqueado Gibraltar, comercialmente hablando, por un pequeño despliegue de fuerzas españolas, los únicos negocios de este tipo que se llevan a cabo son en la frontera con Portugal.
La posada donde desmontamos estaba muy animada; pero si los que llegaron primero habían pensado que se quedarían con las mejores habitaciones, estaban en un error. Posiblemente habrían llegado a pie, o en burros, así que naturalmente fueron desplazados para que nosotros, verdaderos caballeros –pues llegamos a caballo- tuviésemos un buen acomodo. El hombre en España, toma el rango de la bestia que cabalga, como en la vieja Grecia, los jinetes eran superiores a los hoplitas. La posadera era ciega, sin embargo, dirigía los arreglos domésticos con gran actividad y maravillosa precisión. El tacto de los ciegos, los de nacimiento es algo “sobrenatural” y pavoroso de contemplar; es como un sexto sentido, no me extraña que conozcamos sobre tantas profetisas y profetas ciegos. El paraíso terrenal está perdido para ellos, y la justicia natural les compensa con una clara visión del paraíso por venir. Era conmovedor ver como, después de hacer su trabajo, se sentaba y acariciaba a su hija pasando, con gran delicadeza, su mano sobre el rostro de la pequeña –un hábito que sin duda adquirió durante la infancia de esta, familiarizando su tacto con las facciones que nunca podría ver.
Cenamos lo mejor que pudimos en la habitación común de la planta baja, mientras preparaban las camas. Un viento nocturno, helado, penetró a través de la puerta abierta, sugiriendo a más de uno lo bien que nos vendría un vaso de ponche antes de ir a la cama. Monsieur Paul, que era un genio para la cocina, ya se tratara de sólidos o líquidos, se puso manos a la obra, se instaló junto al brasero de carbón –desplazando fríamente a los presentes- y, a pesar de que no hablaba ni una gota de español, a fuerza de buen humor e impudicia, obtuvo todos los ingredientes y utensilios que necesitaba. ¿Cómo hizo el ponche? Nunca lo supe, pero era, o parecía excelente. Las dificultades se desvanecen más rápido ante el sonriente francés, que ante el callado y refunfuñante John Bull.
Mientras se confeccionaba el ponche, una de las muchachas enterada de que era inglés, me condujo aparte, diciéndome que tenía algo que enseñarme. La seguí hasta una alacena que abrió y, triunfante, desplegó su contenido, arreglado con vistas a obtener un efecto artístico. En el centro había una pieza de vajilla de porcelana, como las que en Inglaterra usamos, no enseñamos, flanqueada por dos vasos para vino y tazas de té sobre soportes. Trofeos procedentes de Gibraltar que le había traído su amado, un bravo contrabandista. El pobre hombre estaba en prisión, pero tan pronto saliera se casarían y supongo que se instalarían en una casa con su tesoro en la nueva alacena.
Después de un reconfortante sueño de tres horas, comenzamos a cabalgada a medianoche. El camino transcurría entre arenas, cruzaba después un profundo arroyo y se dirigía tierra adentro, superando unas escabrosas colinas cubiertas de aulagas. Nos alumbró la luna, y cuando se puso, lo hicieron las estrellas de la mañana, más brillantes y claras que en nuestra latitud, que se reflejaban como una esplendorosa columna sobre el agua.”

Las ciudades y las regiones inexploradas de Andalucía (trad. F.J.Albertos)
Robert Dundas Murray
1850
“Todavía su éxito era muy parcial; poco antes de mi llegada a Málaga, un desembarco de setecientas "cargas" de mula había sido efectuado en Estepona, una ciudad de la costa no muy lejos de Gibraltar, esto sólo se podía haber realizado con la connivencia de funcionarios asociados del lugar."

Las alforjas o, caminos de herradura de España (trad. F.J.Albertos)
George John Cayley
1853
"Saliendo de la venta del Castillo, nuestro camino se extendía a lo largo de la bahía de Estepona, donde nos alojamos en una posada respetable y desayunamos huevos a la turca (no mala cosa), pan frito y el famoso vino de color ámbar del lugar, de las viñas propias de la posada. La anfitriona y su hermana, alegres mujeres jóvenes, nos entretuvo con bromas agradables, mientras nuestro desayuno se estaba cocinando y comiendo, y deseaba ser retratada, pero nos dijo que el viaje hasta Marbella era largo, y debíamos de seguir adelante. "

Las tierras de los sarracenos o cuadros de Palestina, Asia Menor, Sicilia y España (trad. F.J.Albertos)
Bayard Taylor
1855
“Se hizo un fuego con brezo seco en la amplia chimenea, y las llamas rojizas, con el cambio de ropa y un trago de la vino de ámbar de Estepona pronto se fue el frío del viaje. "

Playa de Estepona
Fritz Bamberger, 1855
Thyssen-Bornemisza

Bocetos y aventuras en Madeira, Portugal y las Andalucías de España (trad. F.J.Albertos)
Charles Wainwright March
1856
“Con esto, sin embargo, y una botella de vino de Estepona, muy agradable al paladar y placentero a los ojos…

Con la “suprema misericordia” de una botella de vino de Estepona, cuyo sabor era como el néctar y su color de oro.”

Viaje de un colombiano en Europa
José M. Samper
1862
“Hacia la tarde teníamos a la vista, a corta distancia, dos poblaciones que asomaban sucesivamente sobre la costa española, en situaciones pintorescas: Marbella y Estepona. La primera, de origen moruno, graciosamente asentada al pie de la Sierra-Blanca, es una villa de unos 6,500 habitantes, perteneciente a la provincia de Málaga, no poco industriosa, con bastantes fábricas, productora de vinos y azúcar, y en general de los mismos frutos agrícolas que Málaga. Estepona yace hacia el nordeste de la Sierra-Bermeja, que desciende sobre la costa, toda surcada desde Málaga hasta Cádiz por contrafuertes, y estribos de numerosas sierras. Estepona tiene mas de 9,000 habitantes, y su industria y producciones son análogas a la de Marbella.”

Nueva guía en Espagne (trad. F.J.Albertos)
Arthur de Guilleteau, conde de Grandeffe
1864
Estepona. Villa situada a 70 kms SO de Málaga, al NE de Sierra Bermeja. Pertenece a la provinca y a la diócesis de Málaga y contiene 9.300 habitantes. Esta villa fue dada al infante don Pedro en 1318, por el rey Ismael, a cambio de un seguro para las tropas. Casi destruída durante la guerra de los moros y de los cristianos, fue repoblada en 1456 por los cuidados de Enrique IV, rey de Castilla. Todavía se ve en esta villa una fortificación a la que se hace remontar a la época romana. El país produce vino blanco renombrado, granos, legumbres; se trabaja el cuero, las tejas, la alfarería, las telas. Hay molinos de harina y un tráfico bastante animado de pesca y de cabotaje.“

España y Portugal (trad. de F.J.Albertos)
A. Germond de Lavigne
1867
Estepona (8.600 hab.), está en la extremidad de una pequeña llanura que se extiende hasta el pié de Sierra Bermeja. Villa bien construida.
Dos caminos parten de Estepona al N y al NO; el primero hacia Ronda, el segundo hacia Gaucín, sobre el camino que conduce de esta villa a Gibraltar. Un tercer camino a lo largo de la costa, encuentra a otras tres torres: Salada Vieja, Arroyo Vaquero y la Sal.

Gibraltar y Tánger. De Málaga a Cádiz (trad. de F.J.Albertos)
Adolfo de Foresta
1879
“Estepona presenta en sí misma un aspecto bastante placentero; está situada en una llanura, también tiene un pequeño puerto, pero poco seguro; sus campos son fértiles y dan sobretodo mucha fruta, por lo que aquella ciudad es llamada la huerta de Gibraltar. Su población es de nueve mil habitantes aproximadamente, una gran parte de los cuales se dedica a la pesca; y vemos en efecto, frente a Estepona, muchas barcas pescadoras, de las que algunas paraban el motor, mientras caminando a la vela pescaban sardinas, con las redes tiradas detrás de la barca, como se hace entre nosotros en el Adriático. La pesca en Estepona suele ser abundante y el producto se vende en el interior y a gran distancia, hasta Sevilla.”

Una vuelta en España por carretera y ferrocarril (trad. F.J.Albertos)
F.H.Deverell
1884
“Nos fuimos, y sobre las nueve y media de la noche alcanzamos Estepona, después de una cabalgada de nueve horas, más al paso, y ocasionalmente al trote o a medio galope, sin descansar en el camino. En Estepona la posada era pobre, pero no muy mala, era un sitio para descansar. Había la usual larga entrada, a través de la cual los caballos fueron tomados para ir a los establos. En esta habitación había un fuego, y estaban allí algunas personas y una mesa en la que después mi guía y otros cenaron. Pronto fui conducido a una habitación arriba, una habitación decente y pequeña, con cuadros colgados en la pared. Pedí agua caliente para el aseo. En el trayecto mi hombre me preguntó que deseaba pedir para cenar, pero preferí hacerlo yo mismo: Sin embargo le mencioné la leche, pero él no pensó sobre esto: ahora, en mi habitación, tomé rápidamente mis disposiciones: había de tener huevos, y pan y leche con azúcar, pero indiqué que el pan, la leche y el azúcar debían serme dados separadamente, para que yo pudiera satisfacer mi propio gusto y apetito: la cena debía estar lista en diez minutos. Me lavé con el agua caliente, aseándome y bajando para estar a la hora; pero no había signo de la cena; y, a pesar de nuestra disposición precisa y definida, mi anfitrión dijo que él había pensado que me gustaría salir primero a la población; que podría haber sido así, pero se había acordado lo contrario.
¡Oh! ¡La dilación y la falta de preparación española! ¡Oh! ¡Cosas de España! Salí, tomé un café, volví, y después de esperar un largo tiempo, la cena estaba preparada, en una pequeña habitación, que era una especie de tienda y lugar de negocios. Los huevos eran frescos y buenos, la leche era deliciosa, y la cantidad de ambos era abundante: una o dos cosas me fueron ofrecidas, pero no pedí más, a pesar de que parecían buenas. La señora mayor que me sirvió parecía orgullosa de su comida, y el propietario y otros hablaron un poco conmigo: en total me fue bien.”

España. Cartas de un francés a un amigo (trad. F.J.Albertos)
A. Matthieu
1887
“Cerca de la Sierra Bermeja se eleva la bonita y pequeña villa marítima de Estepona, con sus minas de piedra pómez y sus excelentes fábricas de lápices.”

La cuestión argelina y el informe de Jules Ferry (trad. F.J.Albertos)
G. Valbert
1 er mars 1893
“Hay en España, a alguna distancia de Málaga, una aldea llamada Estepona, adonde se llega en trece horas mediante una antigua diligencia, arrastrada por ocho pencos y que, por una amarga ironía, se llama la Veloz. El camino que sigue se asemeja mucho a un resbaladero y si la lógica gobernase las cosas de este mundo, se quedaría en el camino, pero, por milagro, acaba casi siempre por llegar. Estepona sólo es un pequeño pueblo al borde del mar, anteriormente rico por el contrabando, no resguardando hoy más que algunos pescadores, de gente arruinada y toda una legión de carabineros y de aduaneros. Antiguamente el alcalde y el cura eran unos contrabandistas famosos, un día se descubrió un depósito de tabaco inglés bajo el altar de la Virgen. ¿Qué van a hacer los viajeros, en este lugar perdido, que acuden en la Veloz, con el riesgo de dejar sus huesos en el fondo de un precipicio? Es un misterio; pero lo que es mas singular todavía es que, desde Estepona parte una línea telefónica, de treinta kilómetros de longitud, conducente a una población aún más pobre, encaramada en la cima de un peñasco a pico. El camino que bordea los hilos es impracticable a toda diligencia y también, en ciertos pasos a los caballos andaluces, que tienen la reputación de pasar por todas partes. Un extranjero preguntaba, con sorpresa, para que podía servir un teléfono en este miserable país.- “Para nada, se le respondió, pero un importante diputado de la región es quien lo solicitó”

Manual para viajeros en España (trad. F.J.Albertos)
Albert F. Calvert
1912
"En Málaga. Determinamos que desde aquí ir hasta Algeciras, pero se nos dijo que nunca podríamos atravesar dos ríos; uno cerca de Marbella, el otro cerca de Estepona. No hay puentes; donde los había frecuentemente uno tenía que cruzar bancos de arenas profundas. Atravesamos los ríos bien, pero en Estepona la carretera acaba durante un tramo y pasamos sobre arena profunda de la playa de tal modo que no podíamos movernos. Varios hombres, de hecho la población entera, bastante salvajes, y algunos completamente desnudos, vino al rescate con cuerdas y nos rescataron, empujados de nuevo únicamente hasta más adelante.”

Las carreteras de España (trad. F.J.Albertos)
Charles L. Freeston
1936
"En 24 kilómetros, desde Guadiaro, se alcanza Estepona, un pequeño puerto pesquero. Particularmente pueden ser vistas finas montaña que ahora se abren por la izquierda, con colinas de forma cónica en primer plano y picos más altos más allá para que completan el cuadro"

Castañuelas y Claveles (trad. F.J.Albertos)
P. Johnston-Saint
1946
“Estepona, otro puerto pesquero al pie de la cadena de montañas conocida como Sierra Bermeja, fue la última población que pasamos antes de llegar a Gibraltar. Esta pequeño lugar tiene una bonita playa y está rodeada de plantaciones de naranjas y azúcar.”

Fabulosa orilla (trad. F.J.Albertos)
Rose Macaulay
1949
“En Estepona los barcos se construían en la playa, y los burros desatendidos deambulaban a lo largo con pesadas cargas de paja y forraje. Más allá de Estepona había una placentera playa, con una ensenada entre los espolones de rocas, uno de la cuales salía hacia el mar.”

Auto-nómada en España (trad. F.J.Albertos)
Wilson MacArthur
1953
“En Estepona nos calentamos con un café, en una cafetería de la desierta playa, a excepción de un solitario camarero, que también nos vendió gasolina suministrada por una bomba. Cuando continuamos, por el mar, el viento se había calmado, el día se había hecho caluroso y soleado otra vez, y a las tres salimos del camino y entramos en un paseo largo entre los árboles y llegamos a la pensión La Roca.”

Fabulosa España (trad. F.J.Albertos)
James Reynolds
1953
“El fruto de mar es infinitamente variado, pero mi favorito número uno es el boquerón, la especialidad regional. El boquerón es la anchoa fresca, que se pesca en las ricas pesquerías.
….
En los pantanos de juncos cerca de Estepona una especie de cisnes salvajes de gran cuerpo vuela sobre África para anidar. Las aves de plumaje en gran medida (las plumas de color beige son utilizados por las mujeres de Estepona para hacer pequeñas capas para vender a los turistas) hacen muy buena cocina cuando lo asaban a fuego lento, y se sirve con champiñones
En Estepona, han florecido antiguos astilleros desde que los emprendedores fenicios habían creado formas de pino endurecido en los que descansan las costillas y la quilla de sus buques. Las formas de pino aún crujen, anillo de martillos hecho a mano en tacos y el aparejo se dobla en tornos a la antigua usanza, como los buques de pesca toman forma en las hábiles manos de los hombres que han heredado el arte de la navegación de siglos. Tampoco estos artesanos varían el diseño de los cascos ni alteran la forma triangular de las velas, todavía se llama "corte fenicio".
Me habría gustado permanecer más tiempo en la Taberna de la Mar en Estepona para comer un plato de calamares, un pez curioso que se encuentra en las grietas de las rocas cuando la marea está baja. Cuando recién fritos en aceite de oliva, semejantes a los aros de cebolla franceses. Pero había tomado este pescado en Málaga y yo estaba ansioso por subir a Ronda para llegar a mi hora favorita de la puesta de sol.”

Mi misión en España (trad. F.J.Albertos)
Claude G. Bowers
1954
“Cuando hubo llegado suficiente cantidad de soldados italianos, empezó el ataque contra Málaga. El 13 de enero de 1937, los buques rebeldes bombardearon la ciudad y al día siguiente el ejército rebelde, con miles de italianos, bajo el mando de Queipo de Llano, se enfrentaron en sangrienta batalla con grandes pérdidas por ambos lados, en Estepona, a unas cuarenta millas de la ciudad de Málaga. Los bombarderos alemanes se mostraron activos. Los buques de guerra bombardearon la carretera. Dentro de Málaga se produjo confusión, discordia, falta de coordinación, y los elementos extremistas que habían luchado entre sí en las calles siguieron peleando entre sí.”

Rapsodia española (trad. F.J.Albertos)
R.A.N.Dixon
1955
“Pero nosotros también necesitábamos acomodación. Lo encontramos en Estepona, cuarenta y seis millas más allá. El hotel se llamaba el Santa Marta y realmente era un racimo encantador de chalets, atractivos y recién construídos y con una bonita presentación de comedor comunal, bar, salón y terraza a 100 yardas del mar.”

Jubilarse al sol (trad. F.J.Albertos)
Cecil Chisholm
1961
“Limpio, sencillo, el país español es así, con sierras coronadas de nieve que se ven detrás y la orilla del mar que se ve intermitentemente. Pero, ¡cuán atestada de gente está esta atractiva costa! Vd está viendo algunas de las más playas más populares de España: la exquisita Estepona, la elegante Marbella, la extensa Torremolinos.”

España del Sur (trad. F.J.Albertos)
Eric Whelpton
1964
“Desde lejos, Estepona parece atractiva con sus blancas casas y su ocre torre de la iglesia. Cuando penetramos en esta población, nos pareció lamentable y empobrecida y no higiénica en particular. Quizás el pronto desarrollo turístico pueda traer prosperidad en su curso y entonces quizás Estepona será tan atractiva como en todos los lugares a lo largo de esta costa. La hermosa vista del sol y de las montañas está allí, todo lo que se necesita es más dinero y esperanza en el futuro.”

Páginas de Andalucía
Ramón Ledesma Miranda
1964
La ilustre Villa de Estepona
Gentes alegres y jóvenes
          
Llegamos a Estepona al atardecer y nos hallan las primeras luces paseando por la calle Real, la calle principal de la villa, a la vez paseo de invierno, pues el de verano o del Carmen, próximo a la Marina, está desierto a estas horas. Ambos corren de este a oeste de la ciudad, y el último, con sus filas de castaños y sus casas enjalbegadas, de recios portalones y finos y bien dibujados voladizos es amplio y suntuoso, y por él discurren, hasta altas horas de la noche, gentes alegres y jóvenes que prefieren velar charlando y riendo, a la luz de los astros y del alumbrado municipal, que recogerse alrededor de la camilla, donde arde el brasero perfumado con alhucemas.
          -¿Tanto se trasnocha en Estepona?-preguntamos a un vecino que nos saluda amablemente.
          -Sobre todo la gente joven.
          -Esto es una feria permanente.
          -Los muchachos y muchachas tienen mucho que decirse a estas horas.
Nocturno en la almenada villa
          
Estepona se asienta sobre dos colinas que descienden suavemente hacia el mar y la surcan tres torrentes que nacen al pie de sierra Bermeja, el de la Cala, a levante, a un extremo de la villa, y el de Monterroso, a poniente, en el otro extremo. Y hay uno central, el Calancha, hoy cegado y abovedado, que constituye una moderna calle, antaño canal cruzado por un puente sin duda más modesto que el de los Suspiros. La calle Real llega al pretil de Monterroso y allí forma una explanada donde se celebran las ferias y se instalan los carruseles y tiovivos y el quiosco de la música.
          La noche de febrero es limpia y clara, el ambiente dulce y templado, y el blanco caserío, tocado por la luz lunar, irradia la luminosidad del amanecer.
          -¡Qué luz la de esta noche!-comenta Paulina Ferrand-. Diríase que se prolonga el día, que aquí el día no se extingue jamás.
          -Y es una noche de febrero... Sin embargo, hace apenas una semana hubo nieve en la cumbre de los reales, tras de cuya cima, que domina el Estrecho y la costa de Africa, crece el pinsapo.
          -¿El pinsapo?
          -Sí, árbol bellísimo y raro de nuestra sierra de Ronda; árbol, también, de las cimas africanas del Atlas. Es un abeto monumental que parece haber arrebatado todas sus gracias al sauce y a la araucaria, al ciprés y al pino. El ramaje de esta conífera parece bordado en punto de cruz, y en sus pequeñas e innumerables cruces prende una floración llameante. Hay en los pueblos de la sierra un verdadero culto al pinsapo; en las romerías y fiestas populares se adornan los carros y los mulos con el brillante ramaje que siembra de cruces las grande ruedas y los testuces de los bueyes.
          Giramos a la ciudad nuestra nocturna visita. Muchas puertas y ventanas están aún abiertas. Hay en algunas casas pequeños patios cuyos arcos y fuente central toca la luna con su tibia palidez. Durante las noches de invierno, los ancianos juegan a la lotería en los hogares modestos, esperando la llegada de los jóvenes, que ambulan por la ciudad y el paseo. Aparte del Ejido, dos son las mejores plazas de Estepona: la llamada de la Cárcel, donde está la prisión y el hospital y de donde desapareció el Ayuntamiento hace ya muchos años, y la plaza Vieja, donde hoy se encuentra. Y es ésta la segunda en importancia de las plazas y plazuelas de Estepona.
          La antigua iglesia parroquial data del siglo XV y fue mandada construir por el Rey Enrique IV en las postrimerías de su reinado. Aderezábase entonces la ciudad, el templo y el castillo para la cristiandad, después de haber sido arrasado el pueblo moro hasta sus cimientos. De dicho templo parroquial, muchas veces restaurado con arreglos a nuevos gustos y estilos y, finalmente ruinoso, sólo queda la torre, que vigila el grupo escolar, adosado a ella, y construido en las propias ruinas del templo. Fue el inspirador de ese edificio don Simón Fernández, benefactor de la ciudad en los últimos años de la monarquía. Otra torre, la del convento de San Francisco, se erige en la vigente parroquia de Estepona, antaño casa religiosa de los Terciarios, sobre el solar de la ermita de la Vera Cruz, santa y milagrosa. En esta iglesia y al pie de ella estuvo muchos años el cementerio de la villa, hoy alejado de ésta y en la actualidad se forma allí una plazuela donde existen restos de vieja tracería y muros ruinosos. Del ángulo de la iglesia parte la calle llamada Vía Crucis hasta la falda de la sierra, donde se halla la ermita del Calvario. Y la luz de esta ermita señala a los pescadores el lugar del gran banco de pesca de las copiosas playas de Estepona. Frente a la iglesia está el castillo, el viejo castillo de San Luís, señalando la piedra madre de la villa, quizá el solar de la primitiva Estepona (la Astapa primigenia, la Alexthebuna musulmana), hoy aherrojado entre el caserío, encadenado al vivir presente, igual que el castillo de Marbella, y sobre cuyos cubos y adarves medran plantas parasitarias y hasta frondosos árboles.
          No hay ilusión comparable a la del pueblo de noche, sobre todo si el mar lo baña, el mar iluminado, y si los recuerdos lo llenan de dulces resonancias y hondos estremecimientos. En ella todo se hace pasado, hasta el barrio del Cristo con sus casitas iguales y flamantes, muchas de las cuales aún no han empezado a latir con las vidas y los corazones que las aguardan... En ese nuevo barrio que visitamos debido a la inspiración del señor cura párroco, y al celo protector del Estado, con sus jardincillos de trepadoras y glicinas y todas sus esperanzas risueñas.
Alegrías y rivalidades y “Carta de Villazgo”
          
Durante la siguiente jornada, la deslumbradora luz del día devuelve a la villa de Estepona sus contornos reales y su acomodamiento a la vida cotidiana. Por el lado de Poniente es el último gran pueblo de Málaga. Más allá, pasado el río Guadiaro, comienza la provincia de Cádiz. Así se acentúa en este último (tal ocurre siempre en los limítrofes) los rasgos más acusados del malagueñismo, esa hermosura al desgaire, a la vez inocente y bravía, que trae en el alma el pescador si es hijo, igualmente, del mar y de la montaña.
          Cuando se llega a Estepona, procedente de Marbella, se deja una beldad acicalada y coqueta por una hermosura natural que apenas vislumbra sus encantos. Marbella y Estepona viven desde hace siglos una de esas curiosas rivalidades que no dejan de sorprender al viajero. Ambos pueblos envían a la pesca sus laúdes y sus traiñas, pero éstas no acaban de unirse en la común faena, ya que de ser así se escucharían pronto, de una y otra parte, los más insólitos improperios.
          -¿A qué se deben estas rivalidades de los pueblos vecinos?-pregunta Paulina Ferrand, sorprendida.
          -En el caso de Estepona y Marbella se impone apreciar en toda su extensión el carácter esforzado y heroico de los esteponeros, reflejado en su larga y accidentada historia. Los historiadores hacen resaltar la fidelidad de la antigua Astapa a los cartagineses (la población era de origen libio-fenicio), que hizo de la defensa de sus torres y murallas otro heroico y abnegado Sagunto. Andando los tiempos, sería arrasada nuevamente por mandato de Enrique IV, enconado contra los Reyes de Granada, y de entonces data sobre las ruinas de Estepona la Vieja el pueblo actual con su castillo. Pero unida a Marbella, tan aguerrida plaza carecía de propia jurisdicción, hasta que Felipe V la hizo villa independiente en la célebre “Carta de Villazgo”, cuyo original se conserva en el archivo del Ayuntamiento.
          -No deja de ser pasmoso-considera Paulina-que aún haya el eco de estos lances en esos pobres pescadores que seguramente los ignoran.
Personalidades de Estepona. El puerto.
          
He invitado a Paulina Ferrand a visitar a algunos amigos. Nada nos envanece más que contar con amigos en tantos lugares de España, gentes a las que hemos escuchado y con las que hemos conversado en largas y cordiales pláticas.
          -Insisto a usted una vez más-digo a mi joven compañera- en que España son estas gentes cuyos caracteres aún no han perdido su enlace con los típicos individuos de nuestra raza que han paseado el mundo en otras edades y que no acaban de extinguirse, pese a los banales esfuerzos de Madrid, porque su aliento no es de ahora.
          El historiador de Estepona, don Francisco Aragón, vive en Málaga hace ya muchos años. Acaso no haya alusión o referencia a la patria chica que éste no haya anotado amorosamente en sus cuadernos. Comparte el amor y conocimientos a su ilustre villa con los estudios cervantinos y la devoción a nuestro señor don Quijote de la Mancha. En Estepona vive su familia, hermanos y sobrinos... Allí, en la vieja farmacia que regenta su hermano don José, hallamos al joven médico don Eduardo Aragón; al párroco, don Manuel Sánchez Ariza, y al alcalde, don Francisco Arbós. Todavía las reboticas son lugares de reunión y de plática en muchos pueblos de la vieja España. Hablar en Estepona de la familia Aragón es aludir a la misma tradición de la villa y a cuanto en ella hay de ilustre y noble. Estos amigos nos acompañan al hospital de la Caridad, perfecto en su clase, que estrena a la sazón un nuevo equipo quirúrgico; a la Cooperativa Agrícola, antiguo pósito, ejemplar en toda la provincia.
          Caminamos hacia el puerto, a un kilómetro de la villa. El puerto está en obras. Se reconstruyen y prolongan sus espigones, se draga la pequeña dársena, siempre amenazada por la acumulación de las arenas, a fin de dar cumplido albergue a las naves de pescadores. Hoy se deja sentir en todo el litoral de España la crisis pesquera, debida a múltiples causas, y no en pequeña escala a los brutales procedimientos de captura puestos en boga por los polvoristas y dinamiteros del mar, pero las eternas prácticas y maniobras de esas milenarias artes siguen caracterizando los trabajos de los pescadores de Estepona, como si la nave que hay junto al castillo de su escudo les inspirase siempre el camino que no han de abandonar. De antiguo ha sido Estepona uno de los pueblos más pesqueros del Mediterráneo, y muchas ciudades del interior de España como Madrid, Ciudad Real, Cáceres, Jaén y Badajoz han sido sus mercados. Cuando en 1942 se acentuaba la campaña en pro de la extensión, limpieza y prolongación del puerto, ésta apoyaba sus exhortaciones al Poder público en el interés nacional. Aquel año contaba ya la flota de Estepona con treinta y nueve barcos, en un total de mil cincuenta toneladas, y en sólo veinte días de aquel año la entrada en el puerto arrojaba cerca de mil toneladas de pescado. La actividad de sus seis fábricas de salazones era bien conocida en todo el área del país.
          Desde uno de los espigones del puerto miramos a Poniente hasta Manilva, en la sierra y la barriada de Sabinillas, sobre el mar, y sabemos que allá, junto al cabo Sardina, está la raya del Guadiaro y el límite de la provincia de Málaga con la risueña Cádiz.
Pedid y se os dará
          
De regreso al centro de la villa, hemos almorzado en Miramar, en la terraza de cristales; nos acompañan los Aragón, el señor párroco, el Alcalde y otras personalidades. Don Manuel Sánchez Ariza, el cura párroco, nos ha prohibido hablar de su labor en este pueblo.
          -Pero el barrio del Cristo se debe a su esfuerzo y a su perseverancia... Y las nuevas escuelas, y...
          -Nada habríamos hecho sin la protección del Estado, y traer a colación nuestros pretendidos méritos sería adornarse con plumas ajenas.
          -Sin embargo, padre, ni el estado ni la corte celestial se moverían sin nuestro esfuerzo y el valor de nuestras propias acciones. “Pedid y se os dará”, dice el evangelio.
          -Sí, Madrid está lejos-tercia uno de nuestros comensales-, hay montañas y llanuras hasta llegar a sus rascacielos de hormigón y a sus arcos fluorescentes, hace falta un gran esfuerzo para atraer la mirada sobre esta nave anclada junto al castillo que hay en el escudo de Estepona.”

Cuando partí una mañana de verano
Laurie Lee
1969
“El camino a Málaga seguía una costa hermosa, pero consumida, aparentemente olvidada del mundo. Recuerdo los nombres: San Pedro, Estepona, Marbella y Fuengirola… Eran pueblos de pescado salado, escuálidos, que odiaban el mar, y maldecían su lugar en el sol. En aquel entonces, nadie habría comprado la costa toda por un chelín. Ni hay hoy emperador que pueda comprarla.”

Cuadernos de La Romana
Gonzalo Torrente Ballester
1975
“Cuando yo vivía por estas riberas –más exactamente en Estepona, a unos veinticinco kilómetros-, y la vida era tranquila, había unas señoritas llamadas de Tejerina, casi centenarias, que tenían una casa bellísima en la Plaza Mayor de Estepona; solían invitarme a merendar y contarme historias de sus viajes. Paca, la menor, era charlatana y mentirosa; Carmen, la otra, seria y veraz. Los cuentos los contaba Paca, y si se excedía, Carmen la reconvenía discretamente. Un recuerdo de estas hermanas queda en las tías de Lilaina Aguiar, en mi “Saga/Fuga”. Me hubiera gustado volver a Estepona, buscar aquella casa que recuerdo con tanta precisión: su amplio patio de arcadas cerradas de cristaleras multicolores y lleno de plantas, fuentes y arcaduces que hacían fresco el calor. Pero el viaje a Estepona quedó para otra vez.”

Nuevos cuadernos de La Romana
Gonzalo Torrente Ballester
1976
“6 de diciembre. Estepona, por fin. Mi paso y estancia en esta ciudad data de 1922. Allí cumplí los doce años, y entre mis actividades de entonces se llevaban buena parte del tiempo, más o menos como en los que le siguieron, y no me atrevo a decir que como en los presentes, la literatura y el amor. A qué autor plagiaba entonces no consigo recordarlo: acaso al de “Las minas del Rey Salomón”, que allí leí. En Estepona tuve mi primer “Quijote”, regalo de un caballero, cojo él, por más señas, a quien no sé si inquietaba o sorprendía mi afición a la lectura. Por lo que al amor respecta, la niña de mis sueños se llamaba Anita, tenía grandes ojos negros y largas trenzas endrinas, y lo más probable es que jamás me haya correspondido, porque un niño tímido, de gafas, que no entendía de toros y usaba una fonética más bien dura a los oídos dulcificados de una andaluza, no podía ser objeto amable. Esto no quiere decir que no haya tenido mis éxitos: a las muchachas mayores y a las señoras les hacía gracia la corrección con que pronunciaba el castellano, me invitaban a merendar para oírme hablar y a algunas de ellas le gustaban también mi tez y mis cabellos claros. Una, mayorcita ya (al menos para mi estimación de entonces), en una de esas meriendas, después de acariciarme la cabeza, dijo a su madre: “Mírale, mamá, no tiene na de gitano”. Evidencia racial que todavía persiste y que no sé si lamentar o no. Años después aprendí a estimar a los gitanos.
Pero lo que busqué hoy en Estepona fue la ciudad, y la hallé, no digo intacta, pero escasamente vulnerada, tras las modernas edificaciones turísticas de la playa. En general, respondió a mis recuerdos de tal modo que todo lo pude identificar. La casa en que yo vivía, en la plaza, permanece sin otro aditamento que una puerta más abierta en la fachada. Hoy es un hostal. Casi enfrente se mantiene aún, aunque modificada, la casa, o más bien palacio, de las señoritas de Tejerina, de quienes hablé aquí hace un año, viejas, feas y adorables por su simpatía. Interrogué a un anciano, quien me explicó que lo habían dejado todo a la Iglesia, que de su casa se había hecho hospital, y que hoy, ya sin funciones, está abandonada a los pájaros. Ignoro cuál será la situación, qué modificaciones habrán introducido en su interior, que recuerdo como ejemplo máximo de elegancia y suntuosidad andaluzas. El exterior lo han estropeado al suprimirle los cierros, al arrancarle la balconada del primer piso, al reducir a ventanas frías una arquería de la tercera planta. Queda, intacta y airosa, la torre de la esquina; queda también, carcomido, el portal claveteado. Alguien de buen gusto, y ayudándose de viejas fotografías y de recuerdos como los míos, pudiera reconstruirla y dedicarla a hospedaje. Es capaz y se presta a parador o a cosa semejante, apta para viajeros que detesten la uniformidad de los grandes hoteles, aun de los de lujo, como éste, tan impersonal, en que me alojan.
Hallé también algunas fachadas bellísimas, que fotografié. Quise hacerlo a la casa donde Anita vivía, en la esquina de una calle por la que se llega a la plaza, pero la casa ya no existe. En su lugar, y en un edificio moderno todavía inconcluso, hay instalada una boutique de ventanas ochavadas.
Naturalmente, me abstuve de preguntar si Anita, mi amor de aquel verano, vive todavía. No me recordará como yo la recuerdo.”

En España (trad. F.J.Albertos)
Ted Walker
1987
“Estepona podría ser peor de lo que es, sin duda lo será en poco tiempo. En menos de una hora de haber llegado había cambiado un poco y estaba sobrecargado, pero encontré agradable trabar amistad con el conserje de mi hotel y su perro de tres patas. El hombre había luchado con los republicanos hasta el final, en Cartagena; todo lo que hacía ahora, a lo largo del día, era leer libros de historia y entregar llaves. La población –cuya parte posterior se extiende desde el paseo- todavía conserva algo de identidad residual e integridad como, dice, Hastings hace, haciéndolo algo aburrido. Al frente hay una buena estatua de cobre-bronce de dos pescadores. Tienen su espalda hacia el mar –como si simbolizase el rechazo de los nativos a su vocación tradicional en favor de la más lucrativa restauración del veraneante. Ellos miran hacia el norte, hacia el cielo, hacia las colinas: de donde viene su salvación en aviones desde Luton y Gatwick. La única pesca que ví fue unas esporádicas cañas en el muelle: un trío de personajes de Dagenham acarreando unas cajas, como si ellos podrían haberlo hecho justo en el brazo del puerto de Shoredam-by-sea. La playa no parece invitar. La arena era de un curioso gris oscuro. Una excavadora estaba trabajando, una cantidad de tubos de asbesto escamando y quebrando un polvo asesino. Escamándose y quebrándose también estaba la multitud de pensionistas ingleses y alemanes en la los cafés frente al mar. Podía haber sido Torquay en los años treinta, viejos distinguidos tomando bollos con té a las cinco de la tarde. Era agradable, simpático, adecuado. Pero también había escenas grotescas; un par de viejas señoras en trajes de baño paseando por la playa, sus estropeados cuerpos parecían criaturas torturadas por Goya, con la piel picada y marmórea, las venas varicosas e inconcebibles trozos sin nombre oscilantes entre el pecho y el ombligo a cada paso que daban; y una vieja gorda (belga: ella llevaba una bandera cosida en sus bermudas), borracha a la hora del desayuno cruzando a través de un lecho de geranios, su pecho rosado y con ampollas del sol.”

Las Sierras del Sur (trad. F.J.Albertos)
Alastair Boyd
1992
“Habiendo alcanzado este punto, cambié mi plan y decidí seguir por la estrecha cinta del camino que lleva hacia la costa sobre la espina de la Sierra. Serpenteando a lo largo de una serie de barrancos bajo los siempre presentes bosques, esta carretera sube al Puerto de Peñas Blancas, una plataforma barrida por los vientos por la que empieza el descenso. Mejor que la costa, tomé la pista forestal a la derecha que continúa hacia arriba hasta el punto más alto de la sierra, Los Reales, con 1452 m sobre el nivel del mar. Un poco más abajo encontré un refugio que consiste en un bar y restaurante. El joven encargado es un amante de la naturaleza, cautivado por todas sus formas. En febrero, dijo, se había producido un tornado, no visto en el Mediterráneo: los niños tenían que agarrarse a las farolas en Estepona; los carros de basura se volcaron, una grúa fue levantada y cayó en otro sitio, cayó granizo del tamaño de un huevo de pato, y finalmente cayó nieve el 19 de mayo y fue imposible llegar al refugio –lo que no tenía precedentes- durante 12 días, hasta principios de junio.
          ‘La atmósfera parece estar cambiando', le dije.
          ‘O la estamos cambiando nosotros', contestó sombrío.
Caminé a través de los matorrales y los brezos hasta la cima. Desde esta altura –mejor que desde algunas excrecencias monstruosas de la ‘fabulosa orilla'- parecía insignificante, una hilera de frágil asentamiento que fácilmente podía ser abandonado por el vuelo del turista, la subida del nivel del mar o una nueva edad de los tifones. En poco más de un par de kms de ancho, estaban confinados entre la playa y las primeras colinas, un terreno de copas de pinos y cortafuegos habían detenido aparentemente el avance de los constructores hacia las alturas dominantes.
En un día la amplia vista desde Málaga a Gibraltar cruzaba hasta Africa y las montañas del Rif. Hoy había neblina. Igualmente, la formidable valla rojiza de Sierra Bermeja se destacaba suficientemente: yendo al este por encima de San Pedro y curvándose hasta alcanzar Sierra Blanca por encima de Marbella; declinando al oeste de donde estaba hacia Casares y el Valle del Genal antes de arrugarse otra vez en la dirección de Gaucín. Este fue un punto panorámico desde el que, como en cualquier lugar, uno puede sentir la realidad de la presencia musulmana en este rincón de la derecha en España, del siglo XVII y el correspondiente peso de los temores cristianos. Todavía estaban las torres almenaras que avisaban contra los invasores de la Costa de Berbería, colocadas justo en la playa, perdidas entre la bruma. Dentro de los pueblos y aldeas de las sierras estuvieron los habitantes moriscos, sin convertirse al cristianismo, de espaldas al mar, esperaban desesperadamente el socorro de los reyes de Túnez y Argel. En el otro lado del Mediterráneo se alzaba la presencia de los turcos, ya en Chipre, de quienes Felipe II de España todavía esperaba otra invasión islámica, retrocediendo los ocho siglos de esfuerzo invertido en la Reconquista.”

Gone to Spain
Tom Provan
Oxford , 2004
“Estepona itself is a wonderfully elegant resort town…”

 

© F. J. Albertos

 

Para saber más, consultar:
-Vol. 15.x, El Levante y el Poniente.